J. B.

Las emociones musicales se sucedían en la ceremonia de clausura Londres 2012 y lo hacían por los clásicos, especialmente cuando un coro de voces blancas cantaba «Imagine» de Lennon, con la imagen del «ex beatle» en pantalla y posteriormente silueteada en el estadio. Y así con muchos sonidos, como George Michael, de las primeras estrellas que aparecieron en directo junto a los «Madness» o Annie Lennox, que entró «pirateando», o así, en un barco. No digamos el superhomenaje realizado a los «Bee Gees». Las «Spice Girls» llegan en los típicos taxis londinenses, lcabs, para arrancarse con su primer éxito. Y los «Oasis». Y también un gran homenaje a Bowie, «Pink Floyd» y un largo etcétera.

La música británica, que da para hacer ocho recopilatorios dobles de mil canciones, fue protagonista absoluta de la ceremonia de clausura. Y no sólo, todos sus símbolos y estrellas del espectáculo, los mods con sus motos, las top models que dejaron glamour en un desfile de vanguardia. Era esa base sólida de sus cosas que los británicos siempre desempolvan para sus espectáculos. Pero el primer impacto ya vino en la presentación, con Londres dentro del estadio Stratford. Una maqueta con sus mejores postales. La campanas del Big Ben dieron la orden de entrada y, de pronto, en el Estadio Olímpico estaban la gran noria, el puente, el Albert Hall, Buckingham, todo rodeado de la Union Jack, la bandera británica donde se incrustaron todos los atletas participantes (de por medio se entregó la medalla de maratón, la única que faltaba por entregar).

Ya había comentado el director de la ceremonia que sería muy musical (al igual que anunció de la inaugural Danny Boyle), muy espectacular y con un punto hortera. Cierto, ese tono de colorido que, hecho intencionadamente, resulta divertido. Todo eso, todo esa sinfonía de música británica, todos esos símbolos, todas las modas que lanzaron los británicos al mundo, ya quedaban advertidas al principio con el envoltorio de esa maqueta en periódicos: «Hay que leer de todo».

Bien. Y para que no faltara de nada, por ahí asomaron los «Monty Python», que pusieron a todos a cantar, a bailar, a silbar «La pieza central de «La vida de Brian». Todo un «show» olímpico.