Cuando dentro de unos meses empiecen a elaborarse las listas de las mejores series del año, Severance (Separación) seguro que estará en muchas de ellas. Apple TV ha cerrado con brillantez una serie a medio camino entre la comedia y la ciencia ficción con cierto toque de Black Mirror que deja ganas de más. La cosa sería algo así como ver los protagonistas de The Office haciendo su jornada laboral para la Iniciativa Dharma de Lost. No sabemos muy bien qué es lo que hacen allí, más que teclear en los monitores de su ordenador haciendo clicks sobre bloques de números. Quizá sea ése el verdadero trabajo de Chandler Bing (Mathew Perry) en Friends. Severance, traducida en España como Separación, es una metáfora sobre la deshumanización en la vida laboral por mucho que se encierre a sus cautivos en jaulas con barrotes de oro.

La trama transcurre en las oficinas de una gran corporación, Lumon, que ha desarrollado una técnica para que sus empleados dejen fuera del trabajo todos sus problemas personales. Antes de incorporarse a su puesto, les someten a una técnica quirúrgica por la que les insertan un chip a través del que separan todos sus recuerdos de su vida privada. En la oficina son una tabula rasa, totalmente ignorantes sobre sus vivencias en el exterior; mientras que al salir de la empresa y regresar a casa, tampoco saben nada de lo que han hecho en el trabajo. El individuo se divide entre el dentri y el fueri, nombres con los que se bautizan a cada una de sus contrapartidas. La fórmula ¿perfecta? para la conciliación entre la vida personal y laboral.

Todos los traumas personales y de la vida familiar, se quedan en casa para rendir de manera más eficiente. Y viceversa, todo el estrés y las tensiones del curro desaparecen en el hogar y, cuando uno está fuera de la oficina, desconecta de verdad. Nada de estar pensando en problemas con tus hijos mientras estás en el curro. Déjate esas mierdas fuera, para que puedas ser un trabajador productivo. Pero también la clausula de separación podría ser también la manera definitiva de que se cumplan esos acuerdos de confidencialidad que cada vez son más habituales en determinados contratos.

Dentris y fueris son dos personas diferentes que ignoran todo sobre lo que hace el otro, así como de las personas que les rodean. Tu compañera de trabajo podría ser tu esposa en la vida real; o tu vecina podría ser tu jefa y no serías ni consciente de ello. De no ser porque las vidas de los protagonistas transcurren en el plano físico, casi podría decirse que sus vidas laborales serían el equivalente a sumergirse en una especie de metaverso. Pero esa separación se mantiene también entre los distintos departamentos que conforman la empresa y en la que no está permitida la confraternización entre ellos. Análisis y Refinado de Metadatos, Microdatos, Óptica y Diseño, Seguridad, la Junta Directiva... Como no conocemos aún el mapa completo, ignoramos aún cuántas puede haber, Cada grupo permanece encerrado en su propia estancia en una sala rodeada por laberínticos pasillos de paredes blancas y puertas cerradas con códigos de seguridad. Aventurarse en ellos está prohibido. Lo mejor para que el brazo izquierdo no sepa qué es lo que hace el derecho y nadie tenga la visión de conjunto que permitiría comprender cuál es el propósito de todo.

El personal tiene prohibido llevarse cualquier cosa que pueda desvelar qué es lo que hace dentro; así como introducir en las oficinas las contaminantes ideas del mundo exterior y existe la sensación de que hay un Gran Hermano vigilando todo lo que haces en cada momento. La única lectura permitida son las enseñanzas del gurú fundador de la gran corporación, Kier Eagan, y que parecen sacadas de las páginas de cualquier libro de autoayuda. "El hombre recordado no se descompone", puede leerse en una de las estatuas dedicadas al mesiánico lider de la compañía en uno de los pasillos. Sus palabras son sagradas y todo vale en el noble objetivo de alcanzar la productividad más eficiente.

Por supuesto que la realidad dista mucho de ser ese paraíso ideal de las relaciones laborales. Las cosas empiezan a torcerse para Mark Scout (Adam Scott) cuando se entera de que quien era su jefe y su mejor amigo en la empresa ha sido despedido, sin tener más explicaciones de cuáles son los motivos que ha habido detrás. A la oficina llega una chica nueva, Helly (Britt Lower) para reemplazar la baja, mientras que Mark debe asumir el puesto de su superior. El nuevo fichaje no quiere estar allí y los intentos por escapar será lo que haga ver a sus compañeros que las cosas no son tan idílicas para los que no siguen las reglas. Hay incluso hasta salas de castigo para los díscolos. La súbita entrada de elementos del mundo exterior a la burbuja aséptica y esterilizada del trabajo será lo que haga a los protagonistas empezar a plantearse quiénes son ellos realmente, qué hacen allí y qué les ha podido pasar a sus contrapartidas para que les dejen ocho horas al día en esas oficinas. Al fin y al cabo, suprimir recuerdos supone también una grave mutilación del individuo. En algún momento, los fragmentos son conscientes de que forman parte de un todo y se hacen preguntas sobre su propósito final.

La serie cuenta con un sólido reparto en el que encontramos secundarios de lujo, como John TurturroCristopher Walken Patricia Arquette. El actor cómico Ben Stiller se queda aquí detrás de la cámara y es el director de la mayoría de los episodios de esta temporada, apadrinando el trabajo de la guionista y directora Aoife McArdle, desconocida para el gran público, pero que logra cerrar con esta serie su primer gran éxito.

Pese a que no faltan los giros sorpresa y los cliffhangers de rigor en este tipo de producciones, el ritmo inicial es más bien tranquilo. La trama se va cociendo a fuego lento para alcanzar un clímax que dejará a muchos con la boca abierta en los últimos episodios. La paciencia de los que soporten su ritmo pausado se verá recompensada porque la cosa va a más y el ritmo se acelera. Lo peor de su final es esa sensación de vacío al entender que tendremos que esperar por lo menos un año para ver cómo continúa la trama. Lo normal en este tipo de series es que su innovadora propuesta se vaya deshinchando y perdiendo fuelle pasado el impacto inicial, pero aquí por el contrario las cosas van a más. Porque la buena noticia es que tendremos segunda temporada. ¿Nos sometemos una separación para minimizar la espera?