Compareció como lo hace el villano de cualquier película, y el equipo de 'Lo de Évole' hizo el resto. Música de película de terror, encuentro en el ático donde en las pelis va a tener lugar la visita al malo malísimo que domina el mundo, y toda la parafernalia a favor de obra.

Sabedores de que poseían un material de primera, capaz de batir récord de audiencia, decidieron partir el programa en dos. Prueba superada. La primera entrega superó todas las marcas, con un 25%. De hecho, una vez fichado un personaje semejante podrían haber tentado la suerte a la manera que hizo el grupo de la competencia, Mediaset, con el caso de Rocío Carrasco, convirtiendo las declaraciones de Miguel Bosé en serie documental.

A fin de cuentas, el biografiado tiene méritos más que sobrados: solamente él y Carolina de Mónaco fueron portada de todas las revistas de corazón europeas al nacer. Eso da un nivel.

En esta ocasión, Jordi Évole jugó uno de sus partidos más fáciles. Mostrándose colega del invitado hasta el punto de sacarle unas imágenes en las que ambos compartieron escenario, ganándoselo por completo. Realizando una de sus entregas menos arriesgadas. Sabedor de que había cobrado la pieza antes de entrevistarla, y de que la charla era un mero trámite. Como atestiguan los dos millones y medio largos de espectadores, tan difíciles de congregar hoy día.

¿Qué sacamos en claro después de verla? Si hasta ahora sabíamos que el amor es ciego, tras las declaraciones de Bosé, si le creemos, resulta que el desamor nos puede dejar mudos.

Acerca de su negacionismo ante el coronavirus, que es por lo que buena parte del respetable se sentó ante el televisor, habrá que esperar a la próxima semana.