De vez en cuando vuelven a emitir aquel impactante documental que analiza las bases del comercio y el consumo con el que muchos espectadores flipamos porque vimos en imágenes, demostrado con hechos, lo que intuíamos como consumidores. Es decir, que las cosas, los productos, los aparatos que teníamos en casa no duraban más de unos años y que si tratabas, tratas de arreglarlos, te cuesta tanto o más que si te compras un chisme nuevo, el que sea, un microondas, una lavadora, una tele, o una impresora, que fue el artilugio elegido en Obsolescencia programada, que emitió 'Documentos TV', para hacer ver que la industria basa su negocio en crear productos que llevan la caducidad en sus genes, es decir, nacidos para durar, de forma deliberada, un año, cinco, o seis meses.

En los últimos tiempos TVE parece haberse vuelto majara y en vez de mirar al futuro y ser la máquina del tren de la producción audiovisual en este país, en vez de convertirse en el referente por la vanguardia de sus productos, por el riesgo de sus producciones, se ha dejado llevar por la cabeza de alguien que promueve programas que nacen obsoletos en el momento de emitirse.

Hace unos días, para corroborar esta idea, lo que me pareció un rumor mal intencionado, se confirmaba. Y lo hacía por todo lo alto. Me enteré de que TVE preparaba la vuelta de 'Operación triunfo. No le di importancia. Pero hete aquí que llega Ana Blanco, sí, la esfinge, ¿Alguien ha visto, conoce, el perfil de Ana Blanco?, y en el Telediario, como leen, en el Telediario, es decir, haciendo no sólo oficial la cosa sino atribuyéndole una relevancia a la altura de la entrada en prisión de cualquiera de nuestros queridos chorizos, anuncia que TVE prepara la vuelta de Operación Triunfo 16 años después. ¿Un ataque aislado de nostalgia para contrarrestar productos de la misma familia como Got talent, La voz, o una ristra que ya cansa, aburre, y devalúa no sólo al concursante sino a quien gana esos programas, triunfadores que son olvidados en unas semanas arrastrados y triturados por el torrente de una excesiva oferta? Pues no, no es un ataque aislado de nostalgia la decisión de La 1.

Curas, imanes, rabinos

Parece una cosa programada, diseñada, trazada a tiralíneas, formando parte de un plan que añade caspa a la grasa, que hace de la tele pública una pesada maquinaria de la que ni sabe ni quiere desprenderse. ¿Contarán con Carlos Lozano como maestro de filas? Espero que sí, para que sus maneras de donjuán trasnochado coronen el truño de abrir otra academia de cantantes y cantantas en un país colapsado de tenorios canoros, de niños y niñas que le ponen los pelos del cielo de la boca de punta a una espiritual y simplona Rosarillo Flores, tan cortita como el pelanas de los gestos en permanente éxtasis David Bisbal, maestro de una panoplia de caras, comentarios y reflexiones que no pasarían ni el más laxo tribunal, así lo presidiera cualquiera de los jueces con los que los chorizos del PP o del clan Pujol se sentirían más cómodos.

Que TVE navega en un estilo de tele con gafas de cristal oscuro, en un mar estrecho, sin horizonte, lo vemos cada domingo cuando en la pantalla aparece el cura de las misas que endilga La 2 en 'El día del Señor'. La misa, sea santa o casquivana, es un producto caducifolio, astringente, cosquilloso, reincidente, demente, patidifuso, obsolescente, detergente, asfixiante, decadente, oloroso, untuoso, manirroto, paticorto y culibajo que no pinta nada en la tele pública. Nada. Ni el rezo del imán ni las monsergas del rabino. Nada. Sólo forma parte de un tinglado orquestado ahora y siempre, ojo, no es patrimonio de la actual dirección de la casa, como si fuera un hecho inevitable, aceptado porque sí.

Es como la presencia de Pedro Carreño en el Telediario del fin de semana. Le quitas el color a la tele y aparece un señor con maneras de locutor de antaño, no sé, esos movimientos de cabeza de ave picoteando, esos labios apretaditos, ese pelo medio bufado con laca para tapar la escasez de greñas, tintado para aparentar juventud, esa dicción más que regular, prima de otra presencia como la del presentador de 'Hora punta', en fin, una imagen de informativo pesado, sin fuste, y sólo quedándonos en las formas, que si entramos en el fondo dan ganas de meterse a monja, pero de clausura, donde la tele está prohibida.

Rabos y culos

Y ya que andamos por estos andurriales del señor, ole y ole. No sé por qué, tonto de mí, creía que lo de los toros era sólo un dedo por el culo de los antitaurinos que metía TVE en cuanto olía a cajonadas, sangre, babas, banderillas y señores disfrazados con ropa de filigrana brillante y tan apretada que les señala el paquete y el culito añadiendo morbo a una tarde de mucha traca.

Pero no, no es sólo que informen en el Telediario sobre esta o aquella masacre en la arena con la connivencia de la autoridad y destaquen la faena del que mata a espada a un herbívoro inocente, no, es que sigue existiendo una cosa llamada 'Tendido cero', como lo leen.

Me topé el sábado con este programa del cuaternario y se me quedaron los ojos como bolas de jabón fuera de la órbita. Me entero, en la repentina clase, de que hay morantistas, curristas, julistas, o linaristas. Y me entero de que a una corrida le puede faltar o fondo o casta. Y de que hay analistas que se ponen intensos echando mano de un lenguaje almidonado, cursi, altisonante, ampuloso -sentimientos que esponjan los corazones, dice un señor muy atildado, con su gomina y todo, y su bigotito, que no falte de nada-.

'Tendido cero' tiene hasta plató propio, luminoso, con mesa redonda en mitad de un ciclorama con motivos taurinos, y su director, Federico Arnás, arropado por Javier Hurtado, Belén Plaza, y Carlos Ruiz. El reportaje que veo sobre Sebastián Palomo Linares me deja loco. No sólo habla de rabos cortados en tardes de gloria sino que enseña a cámara esa basura embalsamada y tremebunda. Lo mejor del programa, aunque no enseña el rabo, el culo de José María Manzanares. Ni obsolescencia ni puñetas. A ver si los gerifaltes de TVE, picarones y lascivos, saben muy bien lo que hacen.