A pesar de ser uno de los mejores actores del cine español, Carmelo Gómez lleva una vida tranquila, alejada de los focos. Recuerda con estupor el rodaje de 'Agallas' en Sada (A Coruña) cuando una horda de muchachas enloquecidas casi rompe los cristales del bar en el que se escondió con la megaestrella catódica Hugo Silva. "Me recordó a una escena de 'Los Pájaros' de Hitchcock", recuerda entre risas en una animada conversación telefónica. Tuvieron que llamar a un coche de la productora para que Silva pudiese salir de allí, casi saltando al vehículo. No son celos profesionales, ese grado de popularidad es algo que no quiere para sí mismo. "'La Regenta' [serie que emitió TVE en 1995] fue un tremendo éxito en su momento y me dio una gran popularidad. Recuerdo ir por la calle con mi hija, de meses, y algunas personas la pisaban para acercarse a mí. Me asustó", rememora para remarcar su rechazo a la popularidad desmedida.

Se presta a hablar de 'Elling', la obra de teatro que representa mientras repasa su papel en el próximo proyecto de su querido Gonzalo Suárez 'El hombre colgado'. Acaba de rodar 'Lejos del mundo', de Gerardo Herrero, en Cartagena de Indias, donde ha podido dar rienda suelta a su pasión por el buceo.

Proyectos en cine no le faltan pero no se prodiga en televisión. "Sí me apetecen las TV Movies porque se parecen algo al cine. En la televisión no termino de verme y tampoco soy 'el elegido'. Si no estás no estás, con todas las consecuencias. Es como una espiral. Si sales te llaman, si no, no". Y añade: "Me han ofrecido proyectos que iban a ser 'la revolución total', como esas maravillosas series americanas que emite Canal+, pero nunca pasa. Por tiempo o por dinero, finalmente es inviable", explica.

No ser, como él dice 'el elegido', le ha evitado, asegura, "tener que hacer tal vez algo con lo que no estaba de acuerdo, sobre todo en momentos en los que es muy tentador porque no te llaman de donde tú deseas". "Tampoco haré publicidad -asegura- porque me deja sin argumentos. Soy muy peleón y no puedo criticar al producto siendo parte del producto". Respuesta que, remarca, no es un dardo contra las palabras 'antisistema' que lanzó Maribel Verdú en los Goya. "Es una postura completamente personal, ética y estética, porque nuestro trabajo también es estética", subraya.

Sobre la obra, no esconde su entusiasmo. "He encontrado en Elling la fragilidad que estaba en mí y no había descubierto todavía", asegura el actor sobre su personaje. "Para los protagonistas todo gira en torno al miedo a salir a la calle. Tienen el 'síndrome del internado', están acostumbrados a tenerlo todo organizado, pero eso se acaba cuando les obligan a independizarse", explica. "Sienten vértigo, el miedo al miedo, que es el peor de todos los miedos. Pero saben que si no lo superan se acabará su libertad", añade. Así, la obra tiene muchas lecturas: "Estamos gobernados por el miedo a no tener cosas. Cosas que en realidad no necesitamos. Es como el miedo a dejar de fumar. No pasa nada, lo haces y te sientes estupendamente. Para el espectador la obra es todo un revulsivo, dentro de que es una comedia que aborda con humor y respeto el tema de la locura", asegura el actor.

Ha preparado a fondo su personaje asistiendo a talleres de un centro de día donde participaba en actividades teatrales y en un cinefórum. "Nos embarcamos en un cortometraje y estuvimos muchísimo tiempo ensayando, improvisando. Gracias a este personaje y a las personas que he conocido he aprendido el gran valor que es la simplicidad". Y simplicidad "no como algo tonto o vulgar" sino como "lo valioso que es una mirada sencilla de las cosas". Y cita a Machado, que "hizo poesía de lo simple y cotidiano". "No es más lúcido complicar las cosas que simplificarlas", sentencia.

Otra gran lección de la preparación de su personaje es que "sienta bien dedicarse a los demás", dice y recomienda ver la película de Akira Kurosawa 'Barbarroja', "que habla de la generosidad y de entregar una vida a los otros". 'Elling' y todo el proceso que lo ha rodeado "ha sido una experiencia vital maravillosa. Trabajar en esos talleres me ha hecho darme cuenta de que nosotros no sabemos querer así, tenemos los afectos muy reducidos, para ellos la explosión es total".

De su compañero sobre las tablas, el valenciano Jordi Aguilar, [la obra comenzó con Javier Gutiérrez de Animalario] todo son elogios. "La elección de los compañeros es fundamental. La conexión emocional con la función es muy importante porque, tratando el tema de la enfermedad mental, es muy fácil entrar en terrenos peligrosos, lo que haría un flaco favor y contribuiría al estigma de estas personas", subraya. Gómez y Aguilar van marcando el tono de la función. "Si vemos que vamos hacia lo excesivamente bufo nos miramos y nos resistimos. Reconducimos la obra", remarca.

Le encantaría interpretar al tirano Coriolano de Shakespeare e incluso a Fraga, que le parece un personaje "interesantísimo" al que ya se puede ver con una cierta distancia. Frialdad que no es posible con el ministro de Cultura, José Ignacio Wert, al que califica de "tiparraco" y hasta duda de si con un personaje como él en el poder tras la muerte de Franco "habría habido Transición". "Wert vive en la tribu", afirma y se muestra preocupado por el descenso de la calidad educativa, del que hace responsables a los políticos de uno y otro bando. "A un pueblo 'armado' no le vale según qué explicación, crea inestabilidad", sentencia.