Elaborado con malta negra tostada sobre fuegos de turba, notas de carbón y humo dulce, anís y chocolate amargo. Así es Ardcore, la edición limitada del whisky Ardbeg, que este cuatro de junio celebra su fiesta anual en el festival Fèis Íle de Islay (Escociay traslada su espíritu gamberro a Madrid para deleite de los amantes de este noble destilado nacido en 1815.

El embotellado se inspira en el pasado punk de la marca escocesa y rinde homenaje al puerto principal de Islay, la isla más austral del archipiélago de las Hébridas, Port Ellen, conocido como 'Punk Ellen' en la agitada década de 1970.

El trago es potente, "como morder una bola puntiaguda", asegura el jefe de destilación y creación de Ardbeg, Bill Lumsden, antes de mostrar la nueva edición exclusiva para los más de 120.000 miembros del club Ardbeg de todo el mundo, entre los que se encuentra el príncipe Carlos de Inglaterra.

Como muchas otras destilerías escocesas, Ardbeg funcionaba desde años antes de 1815, fecha de su fundación, pero en la ilegalidad, explican en el Whisky Club Madrid.

La cebada malteada que destila en sus grandes alambiques parte de un mínimo de turbidez de 55 fenoles y es mezclada con el agua de los cercanos lagos de Uigeadail y Arinambear. Son manantiales que recorren campos de turba negra y aportan al whisky un sabor único, marino y yodado.

Para conservar los aceites y aromas que brinda la madera, ninguna de sus ediciones se filtra en frío, ni se colorea, y se embotella a una graduación mínima de 46% de alcohol. En este tipo de whiskies, la cebada se seca con el calor y el humo de un fuego de turba. Empleada antiguamente en Escocia como método para calentar las viviendas en el frío invierno, la turba es un combustible natural formado por el compactado de vegetación, animales y musgo de esta zona de Escocia.

Al arder, el humo de turba produce los fenoles que la cebada absorbe en el proceso de secado para dar el sabor tan característico de estos tragos escoceses.