Es un auténtico festín para los amantes del cine de acción, una sucesión inacabable de momentos realmente espectaculares, per o también inverosímiles y hasta delirantes, que pueden llegar a abrumar a quienes esperen algo más que secuencias de persecuciones, disparos y saltos desmesurados. Porque es obvio que detrás de una ficción tan desbordada hay poca cosa.

En cualquier caso esta séptima entrega confirma el buen estado de salud de la saga Fast & furious, o A todo gas en su denominación española, la más rentable avalada por los estudios Universal. Paradójicamente y por desgracia este éxito ha coincidido con la trágica muerte en accidente de automóvil, con el rodaje ya muy avanzado, de uno de sus protagonistas, Paul Walker -a quien está dedicada la cinta-, que recibe un sentido homenaje en los minutos finales de la proyección.

Salta a la vista que el nuevo director de la serie, el australiano de origen oriental afincado en Estados Unidos James Wan, entendió a la perfección que su misión esencial consistía en reivindicar todavía más la factura visual de la película. Especialista en cine de terror, con títulos no muy comerciales pero sí llamativos en su haber, entre ellos Saw, Insidious y Expediente Warren , ha sabido aplicar a los fotogramas los recursos propios del spot publicitario, con una cámara a menudo flotante y un ritmo vertiginoso de los planos.

Con ellos situaciones tan exageradas como la del coche volando entre las dos torres de Abu Dhabi, las más altas del mundo, o la del autobús que queda volcado al borde del abismo, adquieren un singular atractivo. El argumento, sin embargo, no es precisamente un prodigio de imaginación.

Se trataba simplemente de cubrir el expediente y justificar la retahíla de escenas de acción que invaden la pantalla. En este sentido vemos cómo Dom y Brian, los dos líderes del grupo, han de volver a las andadas cuando pensaban que ya merecían un largo descanso, el primero con Letty y el segundo con Mia y su hijo, tras la frenética actividad que han desplegado y haber acabado con las felonías del terrorista Owen Shaw. No contaban, desde luego, con que el hermano, Deckard, se dedicase a vengarle acabando con todos los que colaboraron en su derrota.