Había una vez una princesa triste

Que vivía en un reino triste.

El reino era triste

Porque la princesa estaba triste.

Desde su ventana triste

Se podía ver un mar triste

Y un pueblecito triste,

El único pueblecito que quedaba ya en el triste reino.

Entre sus casitas tristes

Destacaba una especialmente triste,

Con un armario triste, una mesa triste y una cama triste

En la que dormía un niño… vulgar, vulgarcito.

Ni triste ni mandangas, vulgarcito.

Y con pan o sin pan, se llamaba Juan.

De manera rimada, articulada, redondeada,

recta e inclinada como una carcajada se nos presenta la vida de un pobre muchacho que habita en un reino triste.