La idea roza lo descabellado y no deja de ser una especulación de dudoso atractivo sobre el universo literario de la escritora Jane Austen y el mundo grotesco y terrorífico de los zombis. Una fusión de ambos ámbitos cuyo mayor interés reside en la más que correcta ambientación que se ha efectuado de un escenario apocalíptico en la Inglaterra del siglo XIX, de modo que el horror por un lado y la sutileza y las clases privilegiadas por otro adquieren una peculiar carta de naturaleza.

El guionista y director Burr Steers tenía un soporte muy firme para efectuar su trabajo, concretamente la novela de Seth Grahame-Smith que se había convertido en superventas, aunque quedaba por delante el reto de configurar una historia que a pesar de no desdeñar algún ingrediente humorístico se encauzaba, sobre todo, por el sendero del drama, de la lucha de clases y del miedo.

En este sentido la película no fracasa, pero tampoco brilla a demasiada altura. Cuarto largometraje de Burr Steers, tras La gran caída de Igby „su debut en 2002-, Siempre a mi lado y 17 otra vez, que recrea el clima de caos y de desolación que impera en Inglaterra como consecuencia de la terrible plaga de zombis que asola el país por causas desconocidas y que está diezmando la población.

Unas circunstancias que están viviendo con singular énfasis los miembros del clan de los Bennett, integrado por los padres y por cinco hijas que pasan por el siempre ilusionante trance de encontrar esposos para estas últimas. Especial atención recibe una de ellas, Elizabeth, que no solo es muy atractiva, también es una experta en artes marciales y en lucha con armas blancas, habilidades que se han convertido en su pasaporte para salir con vida tras hacer frente a la legión de muertos vivientes que invaden todos los puntos de la geografía inglesa.

En resumidas cuentas, el esquema de la película no es otro que el de transformar la peste medieval en un plaga de zombis.