Más que renovación de la atracción circense y de la montaña rusa, la saga Transformers, a cargo de Michael Bay, es un machacón circense, cinematográfico y digital que arrasa con cualquier espectador que se le ponga a tiro. Con la cuarta entrega superando todo récord de recaudación gracias al pujante público chino, ya resulta muy complicado esquivar a este mazacote cinematográfico que cada vez es más grande, más ruidoso y con mayores efectos visuales para el delirio de los fans.

Cabe reconocer que Transformers: La era de la extinción arranca con una suerte de prólogo muy inspirado y prometedor donde se subraya la belleza de lo obsoleto y que hace pensar en el Bay que a muchos nos gustaría que fuera el de siempre „el Bay que firmóDolor y dinero el año pasado„: en una sucesión de secuencias hay una escena en un cine abandonado y se nos presenta al personaje de Mark Wahlberg que pobló muchas películas estadounidenses durante la década de los setenta y ochenta.

Lamentablemente, esos destellos de poesía se quedan en un suspiro en cuanto hacen acto de presencia los tiros, las vueltas de campana de los Transformers y las persecuciones de vértigo propias de la franquicia.

No tardan en llegar y acompañados del descarado product placement que también caracteriza a la saga. De hecho, uno de los problemas de tamaño titánico de este nuevo capítulo es la cantidad de compromisos contractuales de Michael Bay y compañía, que hacen que la cosa se alargue hasta el tedio: Transformers: La era de la extinción dura casi tres horas y en su último tramo uno ya no sabe dónde meterse para protegerse de la chatarra y de la publicidad.

Sea como fuere, el efecto acumulativo forma parte del ADN de estas producciones y Transformers: La era de la extinción no se aleja de las líneas marcadas, por lo que su grandilocuencia F/X es inversamente proporcional a las sorpresas que depara, a excepción de su inicio y de un anticlímax sobrecogedor y acongojante por las azoteas de Hong- Kong; bocanadas de aire y de cine con alma ante tanto lustre de fuego y destrucción.