"Saber mirar es una forma de inventar", Salvador Dalí. El artista catalán construyó un personaje tan narcisista y provocador que acabó ensombreciendo y devorando su propia obra (pictórica, literaria y cinematográfica), llenando al espectador y al lector de poderosos prejuicios. ¿Fue el cine para Dalí, como ha señalado Roman Gubern, "un sueño incumplido"? Tal vez pueda decirse que nunca alcanzó una plena autonomía.

En el cine, siempre dependió de otros: con Buñuel bautizo el surrealismo con Un perro andaluz

(1929) y La edad de oro (1930); fue también colaborador de Hitchcock para escenificar los dos sueños de Recuerda (1945); más tarde trato de infiltrarse en las mentes infantiles de Walt Disney con su proyecto inacabado Destino (rescatado, parcialmente, en el año 2003); en 1975 participa en el documental Impresiones de la Alta Mongolia. Homenaje a Raymond Roussel, dirigida por Jose Montes- Baquer.

Además, cultivó el ensayo cinematográfico y escribió el guion de una película que jamás llego a realizar, Babaouo (1931), que en realidad era una réplica a Buñuel como también lo había sido el guion de Lorca, Viaje a la luna (1930). En 1953, según relata en su Diario de un genio, prepara otro film no realizado, La carretilla de carne, con Anna Magnani de protagonista, donde proponía la inmovilidad de la cámara ("fijándola en el suelo con clavos, como a Cristo en la cruz") como modo de rebelarse ante la hegemonía del travelling y el "repugnante ritmo cinematográfico". Durante diez años trabaó junto a Robert Deschernes en otro proyecto inacabado, La aventura prodigiosa de la encajera y el rinoceronte, de la que se conservan cinco horas de metraje sin montar y que hubiese sido el inicio del cine "paranoico- crítico". A pesar de su frustrada relación con el cine, su aportación visual y teórica resulta esencial para comprender el devenir de la imagen. Félix Fanes dijo de él que era un "cineasta sin films".

La Generación del 27, en comparación con la del 98, fue mucho más entusiasta respecto a las posibilidades artísticas del cine. El trasvase entre cine y otras formas culturales fue muy fructífero. El cine inundo poemas, cuadros o ensayos, y, al mismo tiempo, la pantalla de cine se lleno de metáforas o motivos pictóricos. Para Giménez Caballero "el cinema es la misa negra a que toda la humanidad asiste junta. Es la nueva catedral profana ". Giménez Caballero utilizo una doble estrategia de captación de fieles: fundó la revista La Gaceta Literaria (1927- 1932) y creó el primer Cineclub Español. Fueron plataformas culturales para difundir el espíritu de las vanguardias, donde colaboraron Buñuel, Francisco Ayala o el propio Dalí. El pintor publico un artículo en La Gaceta, dedicado a, su todavía amigo, Buñuel: Film-Arte, Film-Antiartístico.

Otro de sus artículos, Cinematismo de Dalí, concluye con la célebre frase: "el mejor cine es aquel que puede percibirse con los ojos cerrados". Dalí sonó, al igual que los futuristas y Vertov, con un cine antiartístico, deshumanizado, que se alejara de las veleidades artísticas del cine (Murnau, Fritz Lang o Abel Gance) cuyas idealizaciones románticas y burguesas, inspiradas en el teatro y en la novela, tanto detestaba. Era lo que Dalí denominó "putrefacto" y que había que desterrar del cine y la cultura.

El cine antiartístico lo encarnaban figuras como Chaplin o Buster Keaton. Dalí sonó, al igual que Gómez de la Serna, el cine del futuro: imaginó y dibujó el cine táctil, tal y como le escribió en una carta a Buñuel: "Los espectadores apoyan las manos sobre una tabla, en la cual sincrónicamente aparecen materias distintas: un personaje acaricia una piel, en la tabla pasa con piel, etc". En el autorretrato fílmico, dirigido por Jean-Christophe Averty (1970) y narrado por Orson Welles, Dalí habla de una revolución con las futuras "imágenes estereoscópicas y hiperestésicas".

El prologo de Babaouo, compendio de una historia crítica del cine, resulta muy valioso para comprender el significado que le otorga al nuevo arte: "el cine es infinitamente más pobre y más limitado, para expresar el funcionamiento real del pensamiento, que la escritura, la pintura, la escultura y la arquitectura". El fracaso intelectual del cine no ha de hacer olvidar que se trata de un medio privilegiado para aprehender la realidad: la imagen en movimiento se acerca más a la "Santa Objetividad" buscada por el pintor. El cine es, para Dalí, "la manera más irreal de expresar la realidad".