El Roscón de Reyes, de Saturno a Felipe V

El origen del dulce típico del 6 de enero se remonta a tiempos de los romanos, y volvió a España de la mano de los Borbones

Un roscón de reyes en la mesa de una casa zamorana. | S .Ch.

Un roscón de reyes en la mesa de una casa zamorana. | S .Ch. / B. E.

B. E.

Puede Melchor, Gaspar y Baltasar vengan todos los años de Oriente Medio. Pero el postre que se come el 6 de enero en España no parece tener un origen lejano como el de los Reyes Magos, sino que vendría de la Antiguo Roma, un poquito más cerca.

Durante las Saturnalias, las fiestas dedicadas al dios Saturno que celebraban los romanos más o menos en esta época del año que ahora llamamos Navidad, ya se elaboraban tortas redondas que se solían endulzar con miel, frutos secos y dátiles.

A partir del siglo III, apuntan los expertos, se comenzó a introducir dentro de la torta un haba seca, símbolo de prosperidad, aunque otros sostienen la creencia de que las habas se introducían en las tortas que se daban de comer a los esclavos, el esclavo que la encontraba era liberado.

Con la llegada del Cristianismo las Saturnalias se convirtieron en la Navidad (25 de diciembre), la Circuncisión del Señor (1 de enero) y Epifanía (6 de enero). En cualquier caso, a lo largo de los siglos se siguieron elaborando en distintas partes de la Europa latina dulces a base de masa con forma redonda y que llevaban una haba dentro, como ha quedado documentado en distintas fuentes.

Hoy en día se suele esconder también una pequeña figurita del belén, el que la encuentra es el “Rey de reyes”, pero el que da con el haba tiene que pagar el dulce, de ahí las expresiones “tonto del haba” y “tontolaba”.

Era popular sobre todo en Francia, aunque está documentada la elaboración de roscones en Navarra ya en la Edad Media, pero parece que en el resto de la península ibérica se popularizaron a partir del siglo XVIII con la llegada de los Borbones.

Actualmente, la miel y los dátiles se han cambiado por azúcar y fruta escarchada, y a menudo la masa se rellena de nata montada o crema pastelera. El último exceso gastronómico antes de despedir las fiestas.