Crónicas Mundiales

Los ladrones que robaron (y fundieron) la Copa del Mundo

En diciembre de 1983, un narcotraficante argentino y sus dos compinches brasileños se llevaron la Copa Jules Rimet de la sede de la CBF

Pelé, con el trofeo robado años después

Pelé, con el trofeo robado años después / Getty

Javier Giraldo

Javier Giraldo

En 1970, la selección de Brasil ganó en propiedad el trofeo que le acreditaba como campeón mundial: la normativa de la FIFA así lo indicaba; el trofeo sería en propiedad para la primera selección que ganase el Mundial tres veces. 

Cuando la FIFA dictó esa normativa, poco podía imaginar que el trofeo acabaría siendo robado, fundido y supuestamente vendido como piezas de oro años más tarde, en diciembre de 1983. 

El trofeo, bautizado con el nombre de Jules Rimet, presidente más longevo de la FIFA y creador del Mundial, había sido diseñado por el francés Abel Lafleur.

Representaba a una victoria alada, inspirada en Niké, diosa griega de la victoria. Medía 30 centímetros, llevaba una peana de mármol y pesaba cuatro kilos, de los cuales 1,8 eran de oro macizo.

Brasil guardó el trofeo en las instalaciones de la Confederación Brasileña de Futbol (CBF), su federación nacional, en Rio de Janeiro.

Estaba en una urna, protegida por un cristal antibalas, pero pegada a una pared que ofrecía escasas medidas de seguridad.

Habían tomado nota de ese detalle los encargados de uno de los robos más famosos de la historia del fútbol: entraron en la sede de la CBF, lograron despistar a la seguridad, se ocultaron en los baños, y cuando todo el personal de oficinas se había ido, procedieron a sustraer la urna.

Simplemente, desacoplaron la urna de la pared a la que estaba sujeta, levantaron el cristal antibalas y se llevaron la copa. Ocurrió en la noche del 19 de diciembre de 1983.

Más tarde se supo que el instigador del robo había sido un argentino llamado Juan Carlos Hernández, que solía traficar con oro robado. Los autores materiales fueron dos brasileños, José Luiz Vieira da Sila, alias ‘Bigote’, y Francisco José Rocha Rivera, alias ‘Barba’, que había sido policía. 

El cuarto elemento de la operación había sido un empleado de banca, Antonio Pereyra Alves, que visitaba con frecuencia la sede de la CBF y había observado que la urna donde se guardaba la copa era fácil de extraer.

Fueron ‘Bigote’ y ‘Barba’ quienes robaron el trofeo y lo llevaron esa misma noche al taller de Hernández, que lo troceó y fundió para venderlo en el mercado negro. 

Delatado por sus compinches

‘Bigote’ y ‘Barba’ acabaron delatando a Hernández. Cuando fue interrogado, el argentino negó los hechos, pero el detective del caso, Miguel Murillo, fue más astuto.

“Lo interrogué por varias horas. Se notaba que era alguien muy astuto, muy hábil para este tipo de procedimientos: fingía que no sabía nada”, explicaría años después. 

“Le dije que para los brasileños, era una bofetada que un argentino haya convertido la Copa en lingotes de oro. Entonces vi que en su rostro se dibujaba una sonrisa. Ese momento tuve la prueba de que lo había hecho él”. Hernández y sus tres compinches fueron condenados a nueve años de cárcel.

A la CBF no le quedó más remedio que encargar una réplica de la Copa Jules Rimet, que es la que hoy sigue luciendo en sus vitrinas.