“Tienes que estar pasando mucho calor en Qatar, ¿no?”. Bueno, pues no tanto. Más a bien a ratos. Por el día, antes de que se ponga el sol hacia las cinco de la tarde, el sol calienta como un demonio en Doha, aunque el bochorno va a menos con el paso de las días y la aproximación al presunto invierno del lugar. Ya no se alcanzan los 35 grados de los primeros días de Mundial, pero la sombra sigue siendo un aliado imprescindible.

Las tardes y las noches son calurosas pero soportables, incluso se agradece una sudadera camino del hotel después de algunos de los partidos que acaban a medianoche. El problema llega en los espacios interiores por un mal que, tras unos cuantos días ya aquí, parece cultural en Qatar: el abuso del aire acondicionado.

Un ejemplo: el lunes me tocó cambiar de hotel (algo ya previsto por asuntos logísticos) y cuando llegué a la habitación el aire acondicionado esta programado... a 18 grados. Pedro Sánchez había llamado a los geos en caso de enterarse. Y con razón. Pasa así en demasiados sitios, lo que provocó que los primeros días casi todos los enviados especiales a este Mundial nos acatarráramos. La consecuencia de pasar constantemente de 30 grados a 18 (o menos) sin transición que valga.

La 'nevera' Khalifa

El gran paradigma del derroche energético fue durante la primera semana el estadio Khalifa. En los dos primeros partidos, el Inglaterra-Irán y el Alemania-Japón, el frío era helador. En el primero de ellos, varios informadores españoles estaba ubicados en la última fila de la zona de prensa, con las salidas del aire acondicionado justo a la espalda. A alguno hasta le despeinaba. En el descanso, hubo migración hacia posiciones más alejadas del chorro de hielo, como hacen las aves en invierno.

Vista general del Estadio Khalifa de Doha. PETER CZIBORRA

En el tercer encuentro disputado en el estadio más antiguo del Mundial, sin embargo, hubo un cambio. En ese Países Bajos-Ecuador ya no hacía frío, se estaba bien. Con un puntito de calor, incluso. Algo similar, sin tanto contraste, ocurre en el centro de prensa del Mundial, en el que la temperatura ha subido unos grados (tampoco muchos) en comparación con los primeros días.

La sensación es que ha habido numerosas quejas a la organización por el abuso del aire acondicionado que se hace en Qatar (con el que los locales parecen conformes, todo hay que decirlo) y que los ruegos han sido escuchados.

Desprecio al medio ambiente

En Qatar, a la vista está, la concienciación medioambiental no es un tema muy presente en la agenda sociopolítica. Más bien al contrario. Un ejemplo tonto: hace unos días fui a un supermercado y me llevé conmigo una bolsa de plástico que me habían dado en mi visita anterior. Gratis, por descontado. Al entrar, un empleado de seguridad se acercó con mucha educación a decirme que no podía entrar con la bolsa a comprar, por mucho que estuviera vacía. Que cogiera un carrito y ya me darían ellos otra bolsa al salir.

Qatar, como contó este periódico, es el mayor emisor del mundo per cápita de dióxido de carbono. La construcción de siete estadios, decenas de hoteles, carreteras y demás infraestructura para este Mundial no solo ha tenido un coste inaceptable en vidas humanas, sino también para el planeta. El abuso del vehículo privado que existe en esta ciudad, más ahora tras la inauguración para el torneo de un metro de ultimísima generación, tampoco ayuda a mantener a raya las emisiones a la atmósfera.

Dispendio de agua

Y eso por no hablar del verde esplendor de las zonas ajardinadas de la ciudad, la mayoría concentradas en la privilegiada zona de la bahía, que dadas las condiciones climáticas de la zona requieren de un riego abundante y continuo. Y en un país en el que llueve alrededor de 10 días al año (ninguno desde que comenzó el Mundial), ese dispendio de agua dulce no parece lo más sostenible. Nada en Qatar lo es.

Un abuso de recursos que escandaliza todavía más en el contexto de la grave crisis energética que se vive en Occidente como consecuencia de la invasión de Rusia a Ucrania. Las descomunales reservas de gas que posee Qatar le hacen ser inmune a los problemas europeos. Como en tantas otras cosas, este país lleva unos cuantos años de retraso con respecto a los occidentales.