Las leyendas sólidas se tejen desde abajo. Era previsible que la victoria ante Serbia desatara la euforia de quienes el día anterior compraban billetes de vuelta de China. Conviene aclarar por tanto que ganar a la mejor selección del mundo no te convierte en la mejor selección del mundo. De hecho, España neutralizó a los serbios desde una inteligencia suprema, sin necesidad de redondear una actuación extraordinaria.

Sin embargo, la paliza a Serbia obliga a mantenerse a la altura, y ante Polonia volvió la España de siempre. Es decir, con Ricky y su físico NBA más preocupados por la anotación particular que por la conducción del equipo, hasta apropiarse de seis de los primeros once puntos. Con Marc Gasol insistiendo por inactivo y por pasivo en que se niega a liderar el conjunto, y con Llull retraído a los tiempos de su convalecencia. Es un milagro que este retorno a los pequeños vicios privados no se viera castigado en la eliminatoria de cuartos. Claro que el enemigo era Polonia, que juega ignorando al marcador y al rival. Con kamikazes que prodigan las entradas a canasta, infructuosas en su mayoría.

La titubeante balsa española se consolidaba en torno a los cinco triples en cinco intentos de Rudy, una ejemplar 'performance' redondeada sin parpadear y que proporcionaba los ahorros suficientes para dilapidar la imagen conseguida ante Serbia. De ahí que la diferencia real entre España y Polonia solo se sustanciara en los cinco últimos minutos de partido, gracias sean dadas a los Zipi y Zape Hernangómez.

Poco antes, la eliminación de los serbios traumatizados frente a los gauchos argentinos demostraba que España ha eliminado de una tacada a Polonia y Serbia, anulada al descubrir su mortalidad. Del desahucio a la estirpe de los matagigantes, los discípulos de Scariolo son ahora favoritos en semifinales ante Australia o la República Checa, cuidado con la selección del sublime Satoranski. Con seis victorias de seis, los españoles siguen invictos y aspiran a invencibles. El resto depende de Estados Unidos.