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Opinión

La docencia en tiempos de Lomloe

La evaluación es una especie de pócima mágica en la que se cocinan criterios de evaluación, competencias clave y tablas de Excel

Fotograma de la película «El doctor Frankenstein», protagonizada por Boris Karloff. | |  CEDIDA

Fotograma de la película «El doctor Frankenstein», protagonizada por Boris Karloff. | | CEDIDA

ASPES-CL Zamora

Estamos en el 2025 y, aunque podríamos pensar que gracias a la tecnología el trabajo de los docentes cada vez podría ser más sencillo, desgraciadamente, da la impresión de que cada vez es más complicado.

Y todo por una palabra: Lomloe. Bueno, o doce: Ley Orgánica por la que se modifica la Ley Orgánica de Educación. Cada vez que oigo el nombre de esta ley, me viene a la cabeza un meme de la divulgadora de educación Maestra de pueblo, en el que aparece la mítica imagen del doctor Frankenstein cuando consigue dar vida a su criatura y exclama "¡Te llamaré Lomloe!". Y es que así es nuestra nueva ley educativa: un Frankenstein de parches y parches a las antiguas leyes que se han ido sucediendo estos últimos años. Y claro, podríamos pensar que siendo una ley que modifica a otra ley, tampoco debería haber tanto cambio, ¿no? Pues sí, sí que lo hay, hay un cambio profundo y sustancial en una parte muy importante que afecta a alumnos, docentes y familias: la promoción y titulación. La evaluación ya no es como era a finales del siglo XX: unos exámenes, unos trabajos, unas medias y listo. No. Ha habido una revolución en la forma de calificar y evaluar y, sobre todo, en la forma de pasar de curso que muchos aún intentan entender y que, lo más importante, nuestros alumnos y sus familias, en la mayoría de los casos, no acaban de comprender.

Intentar reducir la burocracia

Mientras la administración nos dice que están intentando reducir la burocracia, la aplicación de la Lomloe en Castilla y León ha complicado hasta el extremo la forma en que se evalúa a los alumnos. Sobre el papel de los boletines oficiales queda muy bonito: para promocionar o titular en la ESO —no así en Bachillerato— lo importante no es que un alumno apruebe una materia o la suspenda, lo importante es que ese alumno sea competente. Es decir, que si un alumno suspende unas cuantas asignaturas, pero el sistema evaluador entiende que tiene alcanzadas las ocho competencias clave que establece la Lomloe —competencia en comunicación lingüística, competencia matemática y en ciencia, tecnología e ingeniería, competencia digital, competencia personal, social y de aprender a aprender, competencia emprendedora, competencia plurilingüe, competencia ciudadana, y competencia en conciencia y expresiones culturales—, ese alumno debería promocionar de curso o, en su caso, titular. Hasta ahí, todo bien. Pero, ¿cómo decidimos los docentes si un alumno tiene alcanzada una competencia? Porque, claramente, cada materia contribuye a todas las competencias. Bueno, pues a través de las competencias específicas de cada asignatura, que se desglosan a su vez en los criterios de evaluación… ¿Os habéis perdido ya? No os preocupéis, es la única ley educativa de los últimos años en la que los profesores, al menos los de Castilla y León, nos hemos apuntado en masa a todos los cursos de formación que la explicaban. Así que a nosotros también nos ha costado entenderla. Posiblemente, también haya contribuido que la normativa en nuestra comunidad, además, ha ido saliendo poco a poco y tarde.

Bueno, pues estábamos con los criterios de evaluación. Según el currículo de la Lomloe para Castilla y León, cada materia tiene los suyos, que se relacionan con las competencias clave a través de unas tablas Excel que nos ha proporcionado la propia consejería —en otras comunidades no se hace así—, de tal manera que cada docente debe evaluar los criterios de evaluación de su materia, asignarles una nota numérica y, salvo que en su centro se trabaje de otra forma, meterla en otro Excel que nos ha facilitado la Junta de Castilla y León y que, de alguna manera, calcula a través de complejas fórmulas las notas de las competencias clave que serán las que determinen si un alumno pasa de curso —o titula— o no.

Dos resultados posibles

Esto provoca dos cosas: por un lado, un docente medio, que imparta clase, digamos, a seis grupos con 25 alumnos cada grupo —que no es mucho—, con 20 criterios de evaluación —Matemáticas, por ejemplo, en 1º de ESO tiene 22—, tendría que introducir en ese Excel de evaluación 3.000 notas numéricas por evaluación. 3.000 notas son muchas. Se pueden cometer muchísimos errores. Menos mal que contamos con aplicaciones informáticas externas a la consejería —y que nos pagamos los docentes, en la mayor parte de los centros— que nos facilitan este trabajo y nuestro día a día, porque, de otra manera, sería muy difícil hacerlo bien.

Y luego, una vez hemos introducido esas calificaciones en el Excel, llega el momento de pasarlo todo a Stilus. Stilus, esa herramienta de la Consejería de Educación que ha llegado para quedarse y con la que también tenemos que pelearnos de vez en cuando. Porque, como el Excel y Stilus, de momento, no se entienden, hay que confiar en que Stilus no se bloquee y meter ahí las notas de los alumnos y las de las competencias… una auténtica yincana de evaluación.

Diferencias entre centros

Otro problema que genera la Lomloe y del que se habla poco —probablemente, porque los alumnos y las familias aún no entienden bien el sistema— es de las diferencias que se generan. Como todas esas notas —un alumno que tenga unas 10 materias con 20 criterios de evaluación cada una tendría en total 200 calificaciones— se vinculan con las competencias, puede ser que un alumno con tres asignaturas suspensas apruebe las competencias y pase de curso, mientras que uno con otras tres asignaturas suspenda más de dos competencias y no promocione. Esto ocurre. Las familias aparecen en los centros a reclamar, y llegado el caso, se les enseñan los Excel, las calificaciones… está todo muy atado, pero es muy difícil de entender. Además, ese Excel se configura en cada centro, así como los pesos de los criterios en cada materia, así que no se promociona o titula de la misma forma en todos los centros, lo cual también produce desigualdades.

Las familias y los alumnos son los usuarios finales de esta consejería, y creo que los estamos ayudando poco. Intentamos enseñarles cómo funciona la Lomloe —con más o menos éxito—, cómo funciona Stilus Familias —sí, ellos también tienen su propio Stilus—, pero, para los que no son muy hábiles con la tecnología, es otro reto. Por ejemplo, el reto de acceder a la zona de usuarios de la página de educación. La consejería es muy cuidadosa con los datos de nuestros alumnos —lo cual está muy bien— y para ello ha implantado un sistema de doble autenticación para acceder a las cuentas corporativas. Esto supone que los alumnos dispongan de un móvil para poder realizarlo. Sin embargo, si estamos intentando que los menores no tengan acceso a dispositivos móviles por los problemas que se ha visto que generan, no les podemos pedir que usen uno para poder acceder a sus cuentas de Educación, y, si usan el de sus padres, resulta muy complicado ayudarles en el proceso desde el centro educativo.

Pócima mágica

En definitiva, uno podría pensar que en estos tiempos la labor del docente se ha simplificado gracias a la tecnología, pero ya se ha ocupado la Lomloe y su aplicación en Castilla y León, de complicárnoslo mucho más, convirtiendo la evaluación en una especie de pócima mágica en la que se cocinan criterios de evaluación, competencias clave y tablas de Excel a través de complejas fórmulas matemáticas. Lo que nos aleja de lo realmente importante: que los estudiantes y sus familias puedan entender bien su propio proceso de formación.

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