La autonomía de los alumnos repercute positivamente en sus resultados académicos. Ese es el fundamento del curso “Neurociencia y aprendizaje autorregulado” que se ha impartido en el CFIE de Benavente de la mano de los profesores expertos José Ramón Alonso, Begoña Carrera, Laura Riesco y Óscar Casado. Precisamente este último dedicó su tesis doctoral a este tipo de aprendizaje, “para comprobar científicamente lo que yo ya veía que funcionaba en el aula”, recuerda.

Fue desde el grupo de trabajo Actitudes, compuesto por docentes, donde se dieron cuenta de un problema común: las novedosas metodologías activas —tales como Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) o Aprendizaje Cooperativo— no funcionaban en la práctica. “Y no era porque los profesores no estuvieran bien formados, sino que se nos estaba olvidando qué requisitos exigían esas metodologías a los alumnos, algo tan sencillo como que fueran autónomos”, resume. De hecho, para el aprendizaje sea activo, “el niño tiene que ser más protagonista del mismo. Así que si no desarrollamos esa competencia, no logramos que nuestros alumnos aprendan por sí mismos o sepan tener estrategias como la gestión del tiempo, la organización o todo lo que tiene que ver con la autorregulación del aprendizaje”, relata Casado, reconocido en 2017 como Mejor Docente de España en Educación Primaria.

El profesor de Primaria Óscar Casado, en el aula. Cedida

Este curso del CFIE de Benavente ha suscitado el interés de muchos profesores de diferentes niveles y ha ofrecido durante las jornadas que han impartido los cuatro ponentes, las pautas que hay que seguir en el aula antes de querer poner en marcha alguna de esas metodologías activas. “Lo que hay que hacer es comenzar a ceder alguna de las responsabilidades del docente, por ejemplo a la hora de organizar el trabajo en clase, que sean ellos quienes se organicen el desarrollo de las tareas”, propone. Este gesto tan sencillo “hace que se vuelvan más responsables de su planificación. Se genera mucha más motivación y responsabilidad y esos dos elementos son fundamentales para que funcione el trabajo”, afirma Casado. “Además, eso da también más libertad al profesor, porque a ser los alumnos más autónomos, puede dedicar su tiempo a otros compañeros que necesiten más atención”, añade. Él mismo lo ha puesto en práctica y ha comprobado que sus alumnos “se vuelven más conscientes de lo que tienen que hacer”.

Casado entiende que estos pequeños cambios que hay que hacer en el aula asusten a muchos profesores, pero defiende que merece la pena ese esfuerzo por los resultados que proporciona. “Es una competencia, una habilidad que aprenden y que les vendrá bien. Cualquier cambio metodológico implica un salto al vacío por el miedo que supone, pero lo bueno es que conforme va pasando el tiempo algunos niños se hacen tan autónomos que van solos y el profesor no tiene que estar encima de ellos y así tiene más tiempo para el resto. Eso en una clase magistral es imposible de conseguir”, compara.

Por último, Casado aplaude que en la nueva ley educativa, la Lomloe, se incida en esta competencia de la autorregulación. “Así queda claro que esta capacidad ha venido para quedarse”, determina.