El estrés llega cada vez a edades más tempranas y una buena forma de ponerle freno es a través de las técnicas del mindfulness — traducido como “atención plena”— y el yoga. Con estas premisas parte el curso que se ha puesto en marcha este mes en el CFIE de Benavente, con la participación de la neuropsicóloga Fátima Tamayo y la psicóloga María Eugenia de Paz, que han transmitido a los docentes participantes las bondades de poner en práctica estas técnicas en el aula.

Ambas expertas están de acuerdo en que antes de transmitirlas hay que practicarlas en uno mismo. “Los profesores ponen mucha energía en actividades para los niños, pero tienen que ver primero cómo están ellos, porque los pequeños suelen imitar y sincronizar emocionalmente con ellos, así que saber estar en calma y tranquilo es el primer paso”, razona Tamayo. “Deben vivir la experiencia para saber transmitirla después”, añade la otra ponente, experta en yoga.

Práctica de yoga en un aula con niños. Cedida

De Paz detalló a los profesores asistentes al curso que, aunque tiene un componente de juego muy importante —sobre todo en la etapa de Infantil—, el yoga también necesita de una programación. “Nada debe quedar al azar, porque de lo contrario no se obtendrían los beneficios que reporta”, argumenta la experta, que enumera estos en los que se logran a nivel físico, como coordinación, equilibrio y conocimiento del cuerpo, como el manejo de la respiración, la colaboración o el compañerismo. “A nivel cognitivo, mejora la atención y la concentración, además de trabajar las emociones”, añade.

María Eugenia de Paz, en su aula de yoga. Cedida

En la parte práctica, los docentes aprendieron a organizar una clase bien estructurada y también algunas estrategias para poner en práctica en determinados momentos, como la relajación después del recreo o los minutos antes de la salida de clase. Los cuentos, además, se convierten en una buena herramienta didáctica como excusa perfecta para que los niños adopten las diferentes posturas de yoga.

Fátima Tamayo, neuropsicóloga e investigadora en mindfulness. | Cedida

En cuanto al mindfulness, quizá menos conocido que el yoga, Fátima Tamayo lo describe como “una forma de estar presente y atento a tu cuerpo, con lo que haces en cada momento, dejando atrás el tener puesto el piloto automático”, resume. Se trata de una práctica muy beneficiosa para los pequeños. “Los niños están muy saturados y estas prácticas les permiten estar más centrados y son importantes para la gestión emocional y los aprendizajes, ya que el aumento del nivel de estrés en los niños repercute en problemas cognitivos, emocionales, conductuales, afectivos o incluso psicosomáticos”, enumera.

Por ese motivo, “la práctica de la plena conciencia, junto al yoga, hace que las personas sean más conscientes sobre lo que piensan y sobre lo que hacen”, valora, asegurando que en la actualidad los maestros ven en sus alumnos “mayor estrés, menor tolerancia a la frustración y una sobreexposición a estímulos”, describe. De ahí que la práctica de estas disciplinas tengan tantos beneficios. “Ayuda a entender tu mente, aprender a observarte y gestionar tus emociones, tomar más conciencia de ti y de tus procesos mentales”, valora. Aprendizajes que son muy beneficiosos adquirir desde niños.