De manera lógica, los protocolos de prevención acaparan gran atención en la vuelta a las aulas. Sin embargo, no podemos dejar de lado el hecho de que los escolares comienzan este curso con importantes limitaciones en la interacción con su medio habitual, incluyendo la relación con sus iguales, por lo que hay que tener en cuenta la dimensión emocional de esta situación.

Aunque los niños y los adolescentes no tienen por qué sufrir necesariamente repercusiones a nivel emocional, más allá de las incomodidades que imponen las nuevas reglas, sin embargo, conviene prestar especial atención a aquellos escolares que previamente tienen una trayectoria de respuesta ansiosa, ya que esta situación tiene una importante carga de estrés que puede comprometer su respuesta de afrontamiento. Las restricciones, aunque necesarias, tienen un matiz amenazante, puesto que se pretende evitar algo que está en el ambiente pero que no se puede ver. Si se observa que las conductas para prevenir el contagio son desproporcionadas y dificultan la interacción con el entorno, nos alerta de que el niño o el adolescente necesita apoyo psicológico para gestionar la tensión que le produce el ambiente actual.

Al igual que en otras situaciones complicadas de la vida, en esta que estamos viviendo también les corresponde a los padres transmitir estabilidad a los menores por lo que, en la medida de lo posible, tendrán que evitar trasladar a los niños sus propias preocupaciones, procurando estar disponibles para escuchar las inquietudes que puedan presentar y ayudándoles a lidiar con los sentimientos contrariados. El mensaje tranquilizador se basa en enseñar a los niños a asumir la responsabilidad individual, enseñándoles que es necesario seguir las medidas de prevención recomendadas para minimizar el riesgo de contagios. Es una buena oportunidad para estimular la empatía y educar en la responsabilidad colectiva y que el menor sepa que respetar las medidas no solo le protegen a él, sino al resto de personas.

Es necesario para todos adaptarse a la incertidumbre, puesto que no podemos contar con todas las respuestas para la cantidad de cuestiones que se nos plantean por anticipado. Alimentar la inseguridad de cuánto tiempo permanecerá este escenario y lamentar lo que no podemos hacer no lleva a ninguna parte, es más constructivo ajustar nuestras expectativas para centrarnos en lo que sí podemos hacer, la vida está llena de pequeños momentos que vale la pena disfrutar.