Hace dos años realicé mis prácticas de carrera en Ámsterdam, Países Bajos, y fue una experiencia que me dejó un buen sabor de boca. Por tanto, cuando se me planteó la posibilidad de realizar una movilidad post grado Erasmus+, no me lo que pensé dos veces y me lancé de nuevo a la aventura.

Ya conocía la metodología de trabajo en el norte de Europa y, en esta ocasión, buscaba algo diferente: conocer cómo sería el Mediterráneo europeo.

Pero primero debía decantarme por un país. El desplazamiento, la búsqueda de alojamiento, el idioma y la limitada financiación de beca hacen que comenzar de cero en una nueva nación sea complicado, mas no imposible. Posteriormente, debía encontrar una empresa compatible que además estuviese dispuesta a hacerme un hueco en su equipo. Contactar con empresas en otros países no es tarea fácil, pero, por suerte, recibí respuestas positivas por parte de varios estudios de arquitectura y diseño de Interiores de diversas ciudades.

Finalmente, me incliné por una empresa de arquitectura y diseño multidisciplinar ubicada en Monte di Procida, Nápoles, en la cual me encuentro trabajando en estos momentos. Actualmente, el equipo lo componemos cinco colaboradores más el matrimonio propietario del estudio y trabajamos de lunes a viernes de nueve de la mañana a siete de la tarde, con una hora de almuerzo conjunto. Es un estudio relativamente pequeño, pero con bastantes proyectos en curso, muy diversos entre sí y desarrollándose no solo en Italia, sino también en Estados Unidos.

Curiosamente, a los napolitanos les sorprende que haya elegido su ciudad como destino, ya que tienden a pensar que optarás por ir a Milán, Florencia o Roma. Por el contrario, yo siempre tuve en mente el sur de Italia, dado que es un emplazamiento precioso, con mucha historia, buen clima, gastronomía exquisita y un carácter y vida social muy similares a España.

Si bien el italiano es el idioma oficial, el dialecto napolitano está presente en todos los lugares. Recién llegada, comprendía el italiano a un setenta por ciento y lo hablaba a un cinco por ciento, pero la similitud entre ambas lenguas facilita mucho el aprendizaje rápido. Después de tres meses instalada aquí, soy perfectamente capaz de mantener una conversación en italiano e incluso entiendo un poco el napolitano, aunque de vez en cuando meto mis gazapos, tampoco vamos a mentir.

Llegar a salir de la zona de confort realmente aporta vivir experiencias únicas, apertura socio cultural y formación de futuro. Sin duda, Erasmus+ es una oportunidad que ningún estudiante o titulado debería dejar escapar.