Sofía era una chica muy curiosa. Le gustaba aprender cosas nuevas e investigar; todos sus conocidos la describían como una chica muy aventurera. Últimamente, Sofía se había interesado bastante por la literatura. Sin embargo, ella no quería leer cualquier libro, sino los más extravagantes y raros; es decir, libros que nadie conociera. A Sofía le gustaba sentir que conocía hechos de los que nadie a su alrededor nunca había escuchado. Desde hace semanas Sofía estaba interesada por un libro del que solo quedaban tres ejemplares en todo el mundo, los objetos peculiares no se consiguen en cualquier librería de confianza, sino en otros sitios oscuros... como al que acudió Sofía. Este sitio prohibido al que accedió a comprar el libro era ni más menos que el internet profundo, mayoritariamente conocido como Deep Web, el internet invisible que no está indexado por los motores de búsqueda convencional, debido a diversos factores. Un lugar caracterizado por dos cosas: la ilegalidad o la maldad.

Cuando solicitó la compra del libro, el vendedor previamente le mandó un correo electrónico en el que le explicaba que se iba a arrepentir de comprarlo y que lo mejor que podía hacer era cancelar el pedido. Sofía leyó atentamente ese aviso pero aun así pensó que leer ese libro sería divertido.

Una semana después un paquete llegó a la casa de Sofía. Empezó a desenvolverlo. Al abrirlo, Sofía empalideció, sabía que el libro era antiguo porque pertenecía al siglo XIX pero eso no justificaba el estado de la caja... Era tétrico. La caja estaba llena de tierra. Cuando empezó a escarbar en ella lo primero que sacó no fue el libro, sino un brazo. Sofía empalideció más, pero aun así, con la mente fría, siguió tirando del brazo. Sofía tiró del bíceps para sacar el brazo completo, el cual estaba amputado por la parte que lo conectaba por el hombro. Una vez llegado a la parte de la muñeca, Sofía se encontró con la mano, que estaba sujetando el dichoso libro.

Por un momento, Sofía pensó que se iba a desmayar. A continuación, metió el brazo de nuevo en la caja sin el libro y lo llevó al contenedor más cercano. Sofía se dio una ducha para eliminar el olor a cadáver, cogió el libro, se sentó en el sofá y pensó:

„"¡Aquí no ha pasado nada!"

El libro se titulaba Shadows from the Walls of Death. Era un libro que hablaba de un elemento clave en la decoración de las casas victorianas. Los papeles recubiertos con delicados motivos florales, sobre todo aquellos en tonalidades verdes que causaban furor a mediados del siglo XIX. Sin embargo, los fabricantes, para lograr estos vívidos colores recurrían a un peligroso elemento químico: el arsénico. Pero lo que muchos desconocían era que también puede resultar dañino para la salud si se inhalan sus partículas o se absorben a través de la piel. El libro explicaba por qué era necesario evitar estos empapelados e incluía ochenta y cuatro muestras de los mismos. Fue entonces cuando el libro se transformó en un peligro. Sofía leía y leía mientras tenía contacto con las muestras de arsénico del libro. Unos días después de su extensa lectura, Sofía empezó a sentir náuseas, vómitos, cólicos, diarreas, irritación de la piel y dolores en las articulaciones. No sabía a qué se debían estos dolores. Fue al médico, pero los enfermeros le dijeron que era algo temporal y que no era muy serio. Finalmente, un sábado de invierno Sofía cayó rendida al piso mientras sujetaba el libro. No se volvió a levantar.

"Él la había prevenido sobre el libro, ahora era demasiado tarde".