El I Certamen de Relatos de Miedo "Fobos", organizado por el IES María de Molina, ha dado como resultado un libro "terrorífico", que aglutina los cuentos de los participantes en el concurso, llenos de imaginación. El alumno del centro zamorano Samuel Fuentes Terrón ha sido el ganador de la categoría A, para menores de 15 años.

__________________________________

¿Qué es ese calor? ¿Dónde estás? ¿Qué ocurre? Solo oyes una borrosa voz a tu alrededor. Una voz que se va alejando cada vez más y más. Una voz que no para de repetir lo mismo: "Elegiste la segunda opción..." Cansado, cierras los ojos, pero para tu desgracia, no desaparece. Finalmente gritas con tu último suspiro: "Yo no debería estar aquí, no me mates, te lo suplico". Sin fuerzas, cierras los ojos. A pesar de ello, sigues viendo su sonrisa borrosa de oreja a oreja.

Otro día más en tu alegre trabajo, qué asco. No soportas a tus compañeros, a tu jefe y, sobre todo, odias maquillar muertos. Te disculpas, no te has presentado. Te llamas Torres, Enrique Torres. Trabajas en el tanatorio de tu barrio, un cochambroso edificio pintado de negro. Por aclararlo, no es que no te guste trabajar allí, es que no lo soportas. Bueno, que te vas por las ramas. Todo comienza un lunes, ese día que tanto nos gusta a todos. Son las 9 de la mañana, y estás maquillando a José, un pobre difunto a quien incinerarán este mismo día. Hasta aquí, todo normal. Estás estirando su traje y, de repente, notas algo en uno de sus bolsillos. Hay un décimo de Navidad, nada más y nada menos que el gordo. Como estaría mal guardártelo e ir a cobrarlo más tarde, coges tu chaqueta y vas al banco de inmediato. Cinco minutos después ya estás en la cola. Por desgracia, te has olvidado el DNI en el tanatorio, por lo que vuelves a por él. Llegas pensando en qué hacer con el dinero, y acabas deseando no haber nacido. Abres la puerta y adviertes que el muerto ya no está en la camilla, sino que en ella solo hay algo escrito con sangre: "Devuélvemelo". Con un movimiento involuntario sacas el décimo del bolsillo. Está manchado, mojado. De repente, un inquietante escalofrío. Sabes que esta será tu última jornada de trabajo. "O morirás", dice el borroso papel empapado en sangre. "Devuélvemelo o morirás", susurras con un mísero aliento. Te arrepientes, quieres devolverlo, pero ya es demasiado tarde. Buscas despavorido a tu jefe, quieres preguntarle quién es aquel difunto que al principio parecía como todos los demás. Entras temblando a su despacho. Sin embargo, está muerto y, junto a él, está tu DNI. Tiene gotas de sangre, gotas que te avisan de que ya no puedes hacer nada. Oyes un paso. Y otro. Otro más. Cada vez más cerca. No quieres darte la vuelta y mirar al oscuro pasillo que se extiende detrás de ti. Otra vez ese impulso extraño, esta vez como un bofetón que te hace girar bruscamente la cabeza. No sabes qué está pasando, pero sí cómo acabará. Ahí está él. Un cuerpo delgado, mayor, enclenque. Una mancha negra tapa su oscuro rostro. Solo puedes distinguir una cosa, aunque es más que suficiente: una sonrisa borrosa de oreja a oreja. Aquella sonrisa que hace una hora estabas arreglando. Aquella sonrisa que acabará contigo. Aquella sonrisa que siempre te perseguirá.

Con mucho esfuerzo consigues abrir los ojos. Te sientes raro, diferente. De repente, una luz. Una luz tenue y blanca. Una luz que cada vez está más cerca. Se escuchan voces. En aquel momento, algo te impulsa cada vez más rápido hacia la luz. No sabes por qué, pero empiezas a llorar. Miras hacia arriba, nada; hacia abajo, nada; y por último, hacia delante. Hay algo que te resulta familiar: una sonrisa borrosa de oreja a oreja. Al instante, no recuerdas nada, solo un décimo que te arruinó la vida.