No cabe duda de que el desarrollo del niño está influido por las experiencias que vive en distintos escenarios: ambientes lúdicos, actividades extraescolares y diversas situaciones en las que hay muchas fuentes de información que están educando al niño. Del mismo modo, es incuestionable que entre los distintos entornos en los que el niño se desenvuelve, la familia y la escuela son pilares esenciales en el aprendizaje y elementos fundamentales de apoyo para un desarrollo positivo. Este potencial hace necesaria la colaboración entre la familia y la escuela.

Los estudios acerca de la relación familia-escuela informan de los numerosos beneficios que pueden recibir todos los implicados. El estudiante desarrolla actitudes más positivas hacia la escuela y el aprendizaje, con una mejora del comportamiento y mejor rendimiento en clase y en las tareas para casa. Las familias pueden tener una mejor comprensión hacia los educadores y se sienten más autoeficaces mejorando la relación con sus hijos. Los profesores obtienen el reconocimiento por parte de las familias pudiendo generar una relación positiva que se traduce en mayor satisfacción con su trabajo.

Conseguir estos beneficios requiere implicación y esfuerzo por ambas partes , considerando que algunos niños no solo van a presentar problemas en el ámbito académico sino que a nivel conductual o relacional también presentan impedimentos por los que, de forma temporal o permanente, necesitarán apoyo. Perseguir como objetivo el éxito del estudiante precisa que haya coherencia entre la escuela y el hogar y, por supuesto, que el niño sea un agente activo en esta colaboración.

Para conseguir los distintos objetivos, se hace necesario promover un clima de confianza. Un plan de intervención bien diseñado ayudará al niño, al docente y a los padres, mientras que las diferencias y la falta de comunicación divide los dos sistemas de apoyo más importantes para el estudiante. Dicho clima de confianza necesita asentarse sobre una comunicación positiva sobre la que equilibrar puntos de vista, por lo que conviene generara canales de comunicación fluidos que permitan crear un marco de trabajo en el que estén definidas las responsabilidades y competencias, contrastando la información para poder evaluar la intervención y , cuando sea necesario, generar alternativas de solución.

Si el niño recibe el apoyo suficiente fomentaremos su autonomía y las posibles necesidades o dificultades estarán paliadas, con resultados beneficiosos para todos los implicados.