El cambio de instituto entre el IES Maestro Haedo y el IES Claudio Moyano fue solo un "ensayo" para lo que le esperaba a Lucía Lucas Crespo este año. Esta zamorana se trasladó el pasado curso de centro educativo dentro de la capital, pero 1º de Bachillerato lo ha estudiado a miles de kilómetros de Zamora, nada menos que en Ellsworth (Wisconsin). Y todo ello después de conseguir una de las becas de la Fundación Amancio Ortega, que otorga la oportunidad de una inmersión completa en Estados Unidos o Canadá durante el curso académico. Ella es una de los siete estudiantes zamoranos que este año han podido disfrutar de la experiencia.

"El instituto era de tamaño mediano, pero muy acogedor", describe la joven zamorana. Poniéndose a diferenciar entre los centros españoles y americanos, explica que "además de ser un centro educativo, era toda una comunidad en la que pasas la mayor parte del tiempo. Tiene muchas instalaciones para poder participar tanto en deportes como en otras actividades", aprueba.

No solo el edificio es diferente al otro lado del Atlántico, también el modelo educativo estadounidense. "Las clases son más llevaderas, porque se valora mucho el trabajo diario", destaca. En su caso, considera que, el haber podido cambiar de asignaturas cada trimestre, le ha permitido "explorar" otras materias, como jardinería, cocina o teatro. "Había un montón de posibilidades", asegura.

También destaca que tuvo mucha suerte con la familia de acogida con la que ha vivido durante todo el curso escolar. "Me sentía muy cómoda con ellos. Mi madre trabajaba además en el propio instituto y tenía tres hermanos mayores, aunque ya no vivían en casa. Me sentía como una más de la familia", agradece.

Uno de los objetivos principales de este tipo de becas es mejorar la desenvoltura de los alumnos con el inglés. "No tuve muchos problemas con el idioma, pero es verdad que he conseguido una mayor fluidez. Quizá lo que más me costó fue adaptarme al acento de la zona", recuerda.

Su rutina diaria comenzaba en la cafetería del instituto, donde esperaba a un grupo de amigos para comenzar las clases. Allí también comía tras pasar la mañana "volando". A su adaptación también ayudó -y mucho- la acogida de los compañeros. "La gente fue muy amable y abierta desde el primer momento. A veces, ser diferente es lo que te hace encajar con tus amigos. Éramos seis estudiantes de intercambio y nos convertimos en un grupo muy cercano", subraya. Aun así, también ha habido que adaptarse a nuevas situaciones y, sobre todo, a los horarios y a las costumbres de esta zona de Estados Unidos.

También era habitual que a ella le preguntaran mucho sobre España. "Tienen bastantes estereotipos, pero siempre se interesaban por la gastronomía o la cultura. Aproveché para hablarles sobre Zamora y era impresionante cómo apreciaban todas estas cosas", sonríe.

Por su parte, reconoce que no iba con una visión preconcebida de la cultura norteamericana. "La realidad es muy distinta a la que creemos. La América profunda no es la que muestran las películas, tiene más que ver con la parte country", pone como ejemplo.

Por supuesto, desde septiembre hasta junio, no todo ha sido estudio. "Nunca he probado tantas cosas nuevas en un año", confiesa, para enumerar a continuación que ha tenido la oportunidad no solo de viajar, sino también de jugar al tenis o participar en un musical. "Pero, sobre todo, de aprender", remarca.

Sobre la experiencia, la zamorana indica que, además de haber conocido a personas de las que no se podrá olvidar, le ha ayudado "a probar cosas nuevas y, en cierto modo, descubrir lo que me gusta", asegura.

Por todo ello, no duda ni un segundo en invitar a todos los estudiantes zamoranos a intentar conseguir una beca de la Fundación Amancio Ortega. "No solo por aprender el idioma, sino también por la parte cultural. Es una experiencia que te cambia personalmente y de la que se pueden sacar muchas cosas positivas".