Cuando empecé la carrera siempre dije que iba a pedir la beca Erasmus, pero los cursos pasaron como un rayo y me vi acabando el tercer curso sin haber aprovechado esa oportunidad. No podía dejar pasar esta experiencia, así que tome una decisión y de un día para otro decidí solicitarla. El pasado curso estuvo en Zamora un estudiante de Bérgamo (Italia) y entablé una gran amistad con él. Ver cómo Giordano vivió su experiencia y cómo influyó en muchas de mis amistades, fue un punto de partida para tomar mi decisión.

Italia siempre había sido mi primera opción, así que le pregunté a él para que me aconsejara. Me debatía entre dos opciones: Roma o Brescia. Inicialmente Roma centraba mi atención, pero cuando me informé sobre el nivel de vida me pareció poco asequible. Fue entonces cuando Giordano me sugirió que me viniera a Brescia, ya que él vive en una ciudad cercana y podía ayudarme a mi llegada. Y aquí estoy, realizando mi estancia erasmus con una beca de estudios en la escuela de diseño LABA.

El primer contacto con mi nuevo centro fue realizar cambios en las asignaturas que había escogido, puesto que o se correspondían con las del siguiente semestre o el número de créditos no era el adecuado. Así empecé mi periplo por una infinidad de clases como oyente para decidir cuáles eran las que más me convenían y me gustaban. Tres semanas después conseguí cuadrar asignaturas y horario y comenzó la normalidad.

Los primeros días aquí fueron un poco caóticos. El uso de Google Maps para ir a cualquier sitio o encontrar los medios de transporte, bus o metro, fue imprescindible. Pero también descubrí que estar sola sin que nadie te ayude es la forma de aprender a hacer las cosas por ti mismo y tomar la iniciativa para realizarlas.

He procurado aprovechar bien el tiempo. He visitado algunas de las ciudades de los alrededores, como Milán o Bérgamo, y he podido admirar su cultura y patrimonio gracias a esta experiencia Erasmus. También he participado un fin de semana en un evento organizado para todos los erasmus cuyo destino es Italia, que se ha celebrado en la ciudad de Roma. Ya había estado en Roma hace unos años, pero creo que cada vez que veo esta ciudad tan fascinante me enamoro más y más de sus rincones y su belleza.

Aquí el horario es diferente ya que tenemos clase por la mañana y por la tarde -entramos a las nueve y salimos sobre la una del mediodía tenemos un descanso hasta las dos y salimos a las cinco de la tarde-, aunque los lunes no tengo horario lectivo. Las clases se imparten de una forma parecida a España, pero con un ritmo bastante más lento. Por ejemplo, se realizan uno o dos proyectos por asignatura en cada semestre, a diferencia de mi centro de Zamora, en la que llevamos a cabo bastantes más. Las clases son amenas y entretenidas, con una mayor carga teórica a pesar de las prácticas. Se imparten en italiano y la verdad es que se entiende todo bastante bien, pero también ayuda el esfuerzo que hacen por entender mi italiano, bastante básico todavía, aunque, poco a poco, voy perfeccionando el idioma.

Me ha costado acostumbrarme al horario italiano. Comemos sobre la una del mediodía y cenamos sobre las siete y media de la tarde, un horario más europeo al que hay que adaptarse. No existe la tradicional modalidad española de las "tapas", en su lugar tienen el "aperitivo", que se toma por la tarde. Simplificándolo un poco, es una combinación de una bebida, un poco más cara de lo habitual, que incluye siempre comida.

Respecto a la cultura y forma de ser de las personas, son parecidas a las españolas, aunque un poco más cerrados. El nivel de vida es un poco más alto, pero tampoco excesivo. El alquiler mensual de una habitación es de 250 euros y mi beca es de 300 euros, así que al menos puedo cubrir ese gasto que en muchos otros lugares cercanos es casi imposible. En el supermercado los precios son parecidos, pero lo que sí es caro es todo lo relacionado con el ocio y las compras.

Por último, no querría dejar de transmitir lo que la beca Erasmus me está aportando personalmente. Me está ayudando a crecer mentalmente y como persona, aportándome confianza y madurez. También me está dando la oportunidad de conocer gente maravillosa de todas partes del mundo, de mejorar el idioma y de perder miedo a hablar en una lengua que no es la materna. Pero, sobre todo, me está dando una experiencia que nunca olvidaré.