La Asociación Española Contra el Cáncer es uno de los pilares fundamentales de la lucha contra esta enfermedad. En la provincia de Zamora, la organización realiza una importante labor con todos los pacientes oncológicos desde diferentes puntos de vista. Uno de ellos, el psicológico, es en el que está especializado Rubén Sánchez, que participará en la Jornada sobre el Cáncer de Mama Metastásico organizada por LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA y que cuenta con la colaboración de la propia Asociación Española Contra el Cáncer y el patrocinio de la Diputación Provincial, el Ayuntamiento de Zamora, el Hospital Recoletas y la Fundación Científica Caja Rural. La cita tendrá lugar el próximo lunes día 18 de enero a las 18.00 horas en el salón de actos del Campus Viriato. Una oportunidad para aprender sobre la enfermedad de la mano de los mejores profesionales y también pacientes que han pasado por esta enfermedad.

–¿Qué tipo de ayuda presta la Asociación Española Contra el Cáncer desde el punto de vista psicológico a una mujer enferma de cáncer de mama?

–Lo primero que intentamos hacer es crear un clima de confianza y seguridad para la paciente. Buscamos dar un entorno de tranquilidad a esa persona para que se sienta cómoda, apoyada y segura de cara a la tarea de enfrentarse a este duro camino que le viene por delante y que es el cáncer de mama.

–¿Existe una fase más delicada que otra dentro del proceso de una mujer que se enfrenta al diagnóstico y la lucha contra un cáncer de mama?

–Depende mucho de la situación de cada persona y de cómo se encuentre en el apartado personal. Pero, sí hay un momento que es más complicado que cualquier otro, que es cuando a una paciente le dicen que el cáncer se ha extendido y que es metastásico. Evidentemente, cuando a cualquiera le diagnostican cáncer por primera vez, es un momento muy duro. Pero, tras haber pasado eso, que luego le digan que hay un nuevo diagnóstico y que el cáncer se está extendiendo… Eso es un auténtico jarro de agua fría. Estamos hablando de que, lejos de remitir, la enfermedad está avanzando y se está extendiendo. En ese momento, lo que la persona siente es un miedo terrible y también una sensación de incertidumbre y de no saber qué va a ocurrir ni cómo lo va a poder llevar. Ahí también estamos.

–¿Y cuánto dura esa labor psicológica que presta la Asociación Española Contra el Cáncer en Zamora?

–Nosotros siempre decimos que somos un acompañante en el camino. Dependiendo de la persona, puede que se nos requiera más en los primeros pasos, en el intermedio o en el final, pero siempre estamos ahí. Incluso cuando las personas se encuentran fuertes anímicamente o si han superado la enfermedad, nosotros nunca nos despedimos. Siempre estamos aquí y la puerta está abierta, y siempre tendrán en la AECC un lugar para desahogarse, buscar apoyo o encontrar nuevas pautas. Es un acompañamiento para todo el proceso y no hay un momento en que estemos más implicados que en otro.

–Una de las cuestiones más delicadas del cáncer de mama son las secuelas físicas. ¿Cómo se afronta esta situación?

–Es complicado. Además, depende de cada caso, de la cirugía que se haya realizado y, en ocasiones, de la edad de la paciente. Pero, de una manera o de otra, el impacto físico es notable y esa persona tendrá que pasar su duelo. En los casos en que se producen mastectomías, esas personas tienen que hacer un proceso de adaptación y aceptarse en la nueva situación. Ahí es muy importante estar a su lado y que se sientan acompañadas, porque son muchos cambios y hay que enfocarlos de la manera correcta para evitar que nazcan posibles traumas en la paciente.

–¿Qué papel debe jugar la familia y el entorno de la paciente durante este proceso de la enfermedad del cáncer de mama?

–Al final, todos los círculos de apoyo que la persona pueda tener son importantes. Nosotros trabajamos mucho con la familia, tanto desde el punto de vista del paciente, de cara a mejorar su trato con la familia, como con la propia familia para que tenga un mejor trato con la paciente. Todo es un sistema. El paciente es el centro, pero alrededor hay personas y colectivos que intentamos ayudar.

–¿Y de qué manera puede aprender la familia a trabajar en este aspecto?

–Yo siempre digo que no existe un manual para afrontar el cáncer. Cada circunstancia es diferente, pero para eso estamos nosotros. Lo que hacemos es abordar de manera individualizada cada caso y transmitir a la familia que somos una herramienta para resolver sus dudas. Cuando no sepan que hacer, cuando tengan miedos, ahí estamos nosotros.

–¿Y si las cosas no salen bien y todo aboca al fallecimiento de la paciente?

–Es algo real y que también pasa. Forma parte de nuestro día a día; nos enfrentamos a enfermedades que no se pueden combatir o que, llegados a un punto, no se puede luchar más y la persona acaba falleciendo. En esos momentos también estamos presentes e intentamos que la persona priorice su calidad de vida. A menudo, la máxima preocupación del paciente oncológico cuando ve que se aproxima el final de su vida es de qué manera deja a su familia y a su entorno. Ellos tienen asumido su desenlace, pero les preocupa cómo van a quedar esas personas de su alrededor y que sufran lo menos posible. Y ahí volvemos al sistema paciente-familia-entorno para seguir trabajando al respecto.