"La música en mi vida ha sido la mejor terapia". La reflexión corresponde a Pepa Diebra, quien junto con Rosa Olivera son las dos vecinas de Sejas de Aliste que anoche recibieron el homenaje de la Muestra de Folklore. A menudo se ha menospreciado el saber rural por apartado de lo urbano, lo que manda. Sin embargo, solo hay que acercarse un minuto a personas como las dos "cantadoras" de Sejas de Aliste para rascar y darse cuenta del engaño.

Aprendieron las canciones de niñas, "de los nuestros mayores", y no han dejado de practicarlas, de reeditarlas. Y en dos momentos clave. Cuenta Pepa que el momento idóneo del año para entonar música era "en septiembre, cuando se hilaba y se trabajaba el lino". Se reunían los trabajadores del pueblo durante las largas jornadas con que los premiaba la luz de la estación estival. Y no solo eso. También aprendían nuevos temas de los forasteros que venían a la localidad.

Dicen Rosa y Papa que la música era de las pocas cosas para las que no aguardaban ni a quitarse las "cholas"... y ríen ante la ignorancia del término en la capital. "Eran una especie de calzado de material, con la suela de madera en la que se ponían herraduras como las de los caballos", cuentan. Las calles no eran como las de ahora, "había de todo", y convenía ir bien previsto para no resbalar.

Rosa Olivera vivió de niña un episodio singular. El recopilador Kurt Schindler acudió a Sejas de Sanabria para grabar a su madre cantando. "No estaba yo sola, había mucha gente del pueblo", recuerda, no sin esfuerzo. La del alemán no fue la única visita. Los "rescatadores" de la cultura tradicional reiteraron sus visitas a Aliste y en su momento registraron las voces de las cantadoras para inmortalizarlas en un álbum sobre Sejas.

"Solo sentada"

Ayer, en lugar de acudir a Sejas de Aliste, los organizadores de la Muestra de Folklore se las trajeron a la capital a las dos, para compartir su buen humor y su sabiduría con los jóvenes. "Solo los mayores cantamos ya en los pueblos, los jóvenes se van a la ciudad y no quieren saber nada", coinciden Rosa y Pepa. Ambas cantan. Rosa "solo sentada", pero hasta hace poco iba a misa para acompañar el ceremonial.

Para Pepa la cosa es más seria. Perdió a un hijo de 18 años en accidente de tráfico. "El cura me pidió que fuera a cantar a la iglesia y fui", confiesa, todavía hoy con ojos vidriosos pese a la lejana tragedia. "La música ha sido la mejor terapia de mi vida", insiste. Y busca la mirada cómplice de Rosa. Las dos se marcan una ronda -que puede verse en vídeo en la web de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA- pese a su avanzada edad. "Gracias", dicen ante el homenaje. Solo el tiempo deslució el acto, que tuvo que llevarse al Museo Lobo. Pero eso no restó un ápice de emoción.