Hoy viernes, 29 de junio, San Pedro, día grande y mágico para nuestra ciudad y para nuestras vidas repletas de complacientes recuerdos, por su contenido colmado de vivencias y por ser la antesala del estío, tiene lugar un milagro que viene repitiéndose desde hace 48 años -un año más que la Feria de La Cerámica-, exactamente desde junio de 1971 Zamora acoge el segundo Festival Flamenco más antiguo del mundo en capital de provincia, y eso, mantenerse casi medio siglo con lustre propio no es fácil. Esto no es Andalucía donde los apoyos de todo tipo y especialmente económicos están a la orden del día. Aquí únicamente contamos con el apoyo del Ayuntamiento, Fundación Caja Rural y el generoso derroche de voluntarismo de unos cuantos locos jondos de La Peña Flamenca, y con esos escuetos mimbres se hace un vistoso y flamante cesto para poner a Zamora en lo más alto de la cultura flamenca universal. Por eso somos la envidia sana de media España y de medio mundo: por lo que hacemos y sobre todo por como lo hacemos con tan poquita cosa. Y además de promocionar a nuestra ciudad, lo hacemos con música exclusivamente española tanto si nos atenemos a sus orígenes -el folclore patrio- como a su desarrollo y formato tal y como la conocemos actualmente, nada que ver con otras músicas tan en boga, que aunque totalmente respetables, no tienen relación alguna con nuestro país, nuestra cultura, y sobre todo, con nuestras señas de identidad.

Bueno, pues lo dicho, hoy a las diez y media en la Plaza de La Catedral, con la sabia presentación de Celedonio Pérez Sánchez, tendrá lugar el cuadragésimo octavo Festival Flamenco de Zamora.

Tres aspectos a destacar de esta entrega. La juventud pletórica de profesionalidad y de cache de sus participantes. La fuerte apuesta que ha hecho la organización por el baile y, finalmente, que tres de esos cabezas de cartel sean debutantes en El Festival. Voy por partes.

Ricardo Fernández del Moral, nacido en 1974 en Daimiel, al que me referí más extensamente ayer a propósito de la Ilustración de La Misa Flamenca, marca todo un hito al coronarse en el 2012 como triunfador más laureado en la historia del Festival Internacional del Cante de Las Minas, pero además por ser el único artista en la historia del flamenco que acompaña su cante con su propio toque. Un auténtico portento sin parangón posible y que desde ese mítico agosto del 12, Ricardo marca una nítida línea divisoria en la historia del flamenco entre el antes y el después. Debuta en El Festival.

Antonio Reyes Montoya nace en Chiclana de la Frontera el 26 de junio de 1976, está, por lo tanto, en el mejor momento de su carrera artística. Nieto de Antonio Montoya, cantaor aficionado y sobrino nieto del gran Roque Montoya, Jarrito. Además, emparenta con Pansequito por parte de padre. Como digo, es un cantaor, completamente maduro, con experiencia en los escenarios desde los seis años. Poseedor de un metal de voz excelente, además de profundidad en el conocimiento de los palos y variantes del flamenco. Actualmente es de los cantaores más demandados en eventos de primer nivel, como grandes festivales y ciclos teatrales de prestigio. Visitó por primera vez nuestra ciudad con motivo del XXXVII Festival Flamenco de Zamora, en junio del 2007, concretamente uno de los años que se celebró en La Puerta del Obispo, como entonces, lo acompañará el jerezano Diego Amaya, también muy conocido y apreciado por estos lares, por su excelencia tocaora, personificación enaltecida de la elegancia en el toque, sensibilidad artística y profuso compás.

El jerezano Jesús Méndez es el más joven de los cuatro estandartes. Nace en 1984 en el barrio jerezano de San Miguel, La Plazuela. Pertenece a una de las familias cantaoras más importantes de dicho barrio, la de los Méndez, con su buque insignia La Paquera al frente. Es posiblemente el cantaor, no sólo de más proyección de esa bendita tierra de Jerez, sino que también se puede afirmar que es el más sólido y reconocido del momento. Con dilatada experiencia fuera de nuestras fronteras además de haberse curtido en el cante para el baile, la mano maestra de Gerardo Núñez lo ha terminado de pulir para hacer del de La Plazuela una auténtica figura de los escenarios. En Zamora actuó en la Gala de Clausura del XL Aniversario de la fundación de La Peña Flamenca. Debuta en el Festival y estará acompañado por el sólido guitarrista Miguel Salado.

Además del altísimo nivel en el cante y el toque que presenta la cita, el baile, como he dicho, es una rotunda apuesta de la organización para esta convocatoria. Pastora Galván, nace en Sevilla en el año 1980. Ha integrado perfectamente su fuerza étnica, los aprendizajes familiares y la formación académica adquirida al cursar la carrera de Danza Española en el Conservatorio de Sevilla. Es una de las bailaoras más internacionales del momento, dominando componentes de gran belleza estética -pero muy difíciles de controlar- con arte, maestría y duende, como claramente lo demuestra con la bata de cola y el mantón de Manila en un baile flamenco de gran fuerza, expresividad y extremada elegancia. La mala noticia es la posible influencia de su hermano y que es deseable que hoy no nos lo recuerde sobre el magno escenario de La Plaza de La Catedral. También debuta en El Festival y estará perfectamente acompañada por la bajañí del sevillano de La Macarena, El Perla, una mezcla de Niño Ricardo y Diego del Gastor y que no entiende el flamenco como profesión si no como una forma de vida. Al cante Jesús Corbacho y Javier Rivera, con las palmas de Manuel Salado y Tate Montoya.

Sin duda velada para el recuerdo.