excelente. Empezando por la presentación. Hacía años, muchos años, al menos tantos como el querido y recordado Waldo Santos dejara de presentar los diversos eventos de la Peña que, tanto aficionados zamoranos como foráneos, no habíamos disfrutado de exposiciones tan oportunas. Documentadas, flamencas y rescatadoras de nuestro léxico leonés. Celedonio Pérez Sánchez no se limitó a ser el hilo conductor de tan complejo acontecimiento, lo dotó, como digo, de enorme energía documental en perfecta simbiosis con el concierto jondo de alto voltaje que hemos vivido. El poder del cante grande cuando de Zamora se trata. Definitivamente, una de las monumentales citas flamencas de la Andalucía del norte, ciudad románica y flamenca hasta los tuétanos.

Celedonio hizo subir al presidente peñista, Santiago García Martín, para dar las buenas noches y los agradecimientos de rigor, junto con el genial cartelista de esta prodigiosa edición, Toño Martín Alén.

Abre Amparo Agujetas con la sonanta de Alberto San Miguel y los palmeros Luis Santiago y Juan Peña, demandados y activos durante toda la velada. Fandangos; seguiriyas; bulerías; soleares y bulerías por soleá engarzadas por su tío a píe de escenario, subiendo para hacerse presente en la continuidad del espectáculo. Bulerías por soleá; soleares de jerez; seguiriyas; romance; fandangos y emotivo cierre por bulerías. Público completamente encandilado y consciente de la monumental noche que se presentaba. Además acompañaba el tiempo.

Los fragüeros hermanos Garrido, con la excepcional guitarra de Juan Manuel Moneo desgranan, malagueña Manuel y alegrías Pedro para dar entrada al vistoso y expresivo baile de María José Franco. El grupo, sobradamente conocido, valorado y querido en nuestra ciudad, recibió un sonoro agradecimiento por pare del público. Descanso.

Cele toca arrebato para iniciar la segunda parte. Quedaba gran parte del pescado por vender. Abre El Cabrero con otra de las destacadas sonantas de la noche, Manolito Herrera. Ambos contagiados por los diversos factores -todos favorables- que se combinaban para el desarrollo de un Festival mayúsculo: el numeroso público, el tiempo y la evidente predisposición de los artistas. Cierto es que José hizo un recital de alivio. Pero también, que lo dio todo y más, de lo mucho que atesora. Para empezar, en contrato estaba firmada una actuación no superior a cuarenta y cinco minutos. La realidad es que estuvo sobre el escenario setenta y cinco. Sin duda estaba a gusto, incluso enduendado en muchos momentos. Sus casi setenta y tres años hacen que, desgraciadamente, esta pudiera ser su última actuación en nuestra ciudad. Consciente, y además, agradecido. Lo demostró con creces. Abre por soleares antológicas para enmarcar. También como modelo para las jóvenes generaciones; canción de La lluvia.; seguiriyas; canción Pastor de nubes; preciosa y personal milonga; a partir de aquí, comienza un Cabrero al límite, muy en su sitio, con muchas ganas de comulgar con su fiel público y sabedor de lo que el Festival Flamenco de Zamora representa. Por eso se parte la pana con una extensísima riestra de fandangos. Por encima de la veintena, con el gran aliciente de las letras propias y cierre a petición del respetable con otra antología de diversos temas en la que incluye canciones de José Larralde, luz de luna y varios tangos. Apoteósica ovación del respetable. Todavía quedaba mucho y muy bueno por llegar.

Cele anuncia a la faraona del cante acompañada por la excelsa guitarra del gran Pascual de Lorca. La excepcional, grande entre las grandes y único referente de máximo nivel de la Segunda Edad de Oro del flamenco, la monumental María Vargas hace su esperada aparición sobre el escenario. Su simbiosis es perfecta con Pascual de Lorca. Ningún otro tocaor ha sido capaz de sacar de María tantísimo arte. Abren por alegrías; fandangos; tientos y tangos con exhibición antológica al acordarse de La Niña de Los Peines; seguiriyas excepcionales para cerrar por bulerías. Magistral actuación de la diva. Publico puesto en píe para su despedida.

Quedaba la última perla de la corona. Manolo Simón, con una actuación preparada a conciencia y sabiéndose muy bien acompañado por el maestro Pascual, abre por temporeras; pregón por mirabrás; taranto; su mejor seña de identidad, o lo que es lo mismo, la rosa; bulerías por soleá; fandangos y bulerías antiguas.

Finalmente, los descendientes del Tío Juane terminaron por poner la guinda a un monumental e instructivo festival con su fin de fiesta. Y todo esto se cerraba después de más de cinco horas de flamenco de muchos quilates.

El año que viene, más, pero seguramente, diferente.