“Nací el 27 de junio de 1934, día de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro”. A sus 87 años, Paula Fernández Corrales sigue el frente de “La Surtidora” de Fuentesaúco. Un comercio y quiosco de prensa con más de cien años de historia; puede que el más veterano, o casi, de la Zamora rural.

–¿Quién es Pauli, “La Surtidora”?

–Mi padre era telegrafista –esta es la morse que usó, dice señalando a la máquina–. Y mi madre estaba al frente de la tienda que pusieron cuando se casaron. Éramos mi hermano y yo, la pequeña.

–¿Siempre en Fuentesaúco?

–A los 10 años me fui a Zamora interna al colegio Medalla Milagrosa, donde hice Bachiller. Y como mi padre no quería que hiciera carrera universitaria, porque era más larga, me dijo, hazte maestra. Y me fui a Salamanca a hacer Magisterio en la Normal. Cuando estaba preparando las oposiciones falleció mi padre y me tuve que venir a Fuentesaúco porque mi madre se quedaba sola. Mi hermano se había casado, luego se separó, y teníamos también el negocio de la estación de servicio, la surtidora. De ahí el nombre de la tienda.

–¿Le hubiera gustado ser maestra?

–Sí, me querían mucho los niños. Venían a buscarme todos los días y se pegaban por agarrarse de mi mano. Estuve aquí interina con los de párvulos y luego en el Instituto. Pero se murió mi padre y a casa, había que ayudar a mi madre.

"Muchas veces me decía mi hermano, eres una preguntona, un día te van a dar una carada. Pero yo le decía, soy discreta y se preguntar"

–¿Cuántos años tenía?

–Cuando me vine a la tienda tenía 28 años y ahora tengo 87. Así que todo es tiempo llevo, casi toda la vida. Me conoce toda la comarca de La Guareña.

–¿Le ha gustado este trabajo en la tienda?

–Como tratas con mucha gente pues me gusta, vienen unas, te saludan. Llegan otras, me cuentan alguna cosa, y me gusta. Muchas veces me decía mi hermano, eres una preguntona, un día te van a dar una carada y te encuentras con ella. Pero yo le decía, soy discreta y se preguntar.

–¿Cómo ha cambiado la tienda a lo largo de los años?

–Antes teníamos muchas más cosas. Aparatos de luz, estaban en todos esos clavos, ahí los colgábamos. Repuestos de bicicletas, repuestos de automóviles, papelería, librería, perfumería, artículos de regalo, juguetes y, yo que sé, de todo. Y había mucha gente en los pueblos, a “La Surtidora” venía toda La Guareña. Tengo clientes de toda la vida.

–¿Cómo ha cambiado Fuentesaúco desde que era joven?

–Hay menos gente. Antes las ferias eran muy bulliciosas y no venían estas casetas, solamente estábamos nosotros, sacábamos a la puerta unos tableros y los caballetes y ahí poníamos los juguetes y de todo.

"Sé dónde están todas las cosas. Ya es estilo supermercado, vienen, me preguntan y les digo mira está aquí o allá, cógelo tú"

–¿Y la prensa?

–Fue después, no me acuerdo cuando empezamos.

–¿La venta de periódicos y revistas ha cambiado?

–Se vende menos. La gente dice, como lo veo por Internet o por el móvil. Pero La Opinión siempre interesa y hay lectores fijos.

–¿No está cansada de trabajar ya a su edad?

–Estoy a gusto, seguiré hasta que pueda. Aunque tengo la dificultad de las piernas, pero bueno me manejo. Pienso morir con las botas puestas.

–¿Lleva la contabilidad y todo en este universo de cosas?

–Claro. Y sé dónde están todas las cosas. Ya es estilo supermercado, vienen, me preguntan y les digo mira está aquí o allá, cógelo tú. Como dice la gente, vengo aquí porque hay de todo.

"Mi madre también era muy caprichosa, en el momento que veía algo que le gustaba decía, cógelo. Y yo, pero que no hay sitio donde ponerlo"

–Pero me dijo una vez que no todo lo que tiene se vende.

–No claro. Hay mucho de mi hermano, que era un gran coleccionista. Mi madre también era muy caprichosa, en el momento que veía algo que le gustaba decía, cógelo. Y yo, pero que no hay sitio donde ponerlo. Y ella, no seas boba, una casa tan grande y no lo va a haber. Y lo comprábamos. También he regalado cosas. A la iglesia, dos candelabros de plata, una hornacina de La Dolorosa y un aguamanil para lavarse las manos, muy bonita, de plata también. Una vez vino el señor Obispo, la usó y después vino a darme las gracias.

–¿Alguna vez ha tenido que cerrar la tienda?

–Nada, no conozco los hospitales. Solo cuando murió mi madre, que le dio un ictus y estuvo ingresada diez días, fue cuando lo conocí. No sé lo que es toser, ni un catarro he tenido. Me he vacunado de la gripe porque decía el médico, tu madre ya es mayor. Mi hermano sí porque era un gran fumador y eso fue lo que le mató. Y mi padre lo mismo, murió de un infarto y era un gran fumador. Y desde que murió mi padre, mi madre se quedó sola y triste, y dormía yo con ella todas las noches. Hasta que se murió he estado durmiendo con ella (se emociona).

–Su madre también fue muy longeva.

–Vivió 98 años. Y con la cabeza igual que yo, sumaba mentalmente. Iba yo a coger el lapicero para hacer la suma y decía, pero eres boba, cuatro y dos pues seis.

–¿Utiliza la calculadora?

–Nada. Todo aquí (se señala la cabeza).

¿La calculadora?, nada, no la utilizo. Todo está aquí, en la cabeza"

–¿Cómo es una jornada?

–Sobre las 8.30 que me levanto y ya me pongo en la tienda, hasta las nueve de la noche que paso el candao. Todo el día estoy aquí.

–¿No ha salido nunca de Fuentesaúco?

-Sííí. He ido a París, a Roma, a Canarias, a Baleares, conozco toda España. Me ha gustado mucho viajar, y a mi madre también. A Andorra fuimos dos veces, a Lourdes. Lo que me daba miedo era montar en avión, y a mi madre también.

–¿Y cómo viajaban?

–A Roma fui en autobús, a París también, a Baleares en barco. Solo he cogido el avión una vez, no sé si fue a Canarias, me da miedo.

–Y ahora este reconocimiento a toda su trayectoria.

–Estoy muy agradecida. No me lo merezco, hay muchos que también trabajan.