En Wembley se encontrarán el martes la nueva España y la nueva Italia. La emergente obra de Luis Enrique, que ha roto todos los pronósticos, desafiando incluso a los más optimistas. A todos menos el técnico asturiano, que presumió, sin que nadie lo creyera entonces, que su selección era candidata seria a besar la Eurocopa. Un equipo de autor, ya desde la controvertida lista inicial de 24 jugadores, dejando a Ramos en su casa (parecía una herejía que no hubiera ningún jugador del Madrid)en el que no se discute la fidelidad a un sistema ni la protección a los jugadores que lo ejecutan.

A veces, bien, muy bien incluso, como en el volcánico triunfo sobre Croacia que abrió la puerta para que los indiferentes se conectaran entusiasmados con la incipiente obra de Lucho. A veces, regular, incluso mal, como sucedió en el agónico triunfo sobre Suiza, prólogo de la cita con los cuatro mejores del continente.

Contundente y fiable

Sea como sea, esta España es capaz de levantarse de cualquier problema. Hasta de un mal arranque de torneo (dos puntos de seis posibles, empate con Suecia, empate con Polonia) que le evocaban al dramático fatalismo de un país. En la adversidad, el grupo de Luis Enrique ha sido contundente y fiable, incluso cuando los penaltis, un arte que no sabían ejecutar (había fallado los cinco anteriores a la tanda del viernes, seis si se incluye el inicial de Busquets) parecían ser su condena definitiva.

"No nos conformamos. Queremos llegar a la final y ganar esta Eurocopa"

Luis Enrique - Seleccionador de España

A cada partido, y sobre todo en los decisivos (Eslovaquia, Croacia y Suiza), el técnico ha ido ganando jugadores para la causa. Piezas que él había defendido y arropado en los malos momentos, aguardando diríase que con paciencia franciscana. Busquets debutó en el tercer encuentro tras superar el positivo por coronavirus.

Origen y fin

Estuvo confinado en casa. Jugó la primera final. Y Busi fue el mejor. Morata, castigado mediáticamente y hasta socialmente con amenazas a él y a su familia por la falta de puntería, rubricó el gol, el 3-4, que desató la emoción de millones de aficionados para echar a Croacia, la vigente subcampeona del mundo.

Unai Simón, burlado su pie derecho por aquel caprichoso balón, se levantó con una descomunal tanda de penaltis ante Suiza. La nueva España llega orgullosa a su cita con la nueva Italia en Wembley. Es un partido que significa, en realidad, el origen y el fin. Origen de la gloriosa España de 2008 cuando Cesc, que no tiraba un penalti desde que era juvenil, quebró la frontera maldita de los cuartos de final y abrió el camino de la segunda Eurocopa de la historia española.

Sin Spinazzola

 ¿Y si Oyarzabal, autor del quinto penalti a Suiza, es el nuevo Cesc? Origen es Italia de la Edad de Oro y final también de la misma, ya anunciado en el Mundial de Brasil-2014. Pero dos años más tarde, en la Eurocopa de Francia, una anónima Italia certificó el fin de la era de Vicente del Bosque. Ahora, todo ha cambiado. Nada es lo que era Ni tan siquiera parece. Nadie, excepto Luis Enrique y sus 24 soldados, esperaban ver a la Roja en Wembley. Y ahí están, preparándose para jugar una semifinal de la Eurocopa. 

"Tenemos ganas de una revancha tras el disgusto del último Mundial"

Roberto Mancini - Seleccionador italiano

Tampoco nada es lo que parece en Italia, rescatada del abismo (no jugó el Mundial-2018) por Mancini. No tiene estrella rutilante, pero juega bien, ataca y se divierte con el balón. ¿Ataca? Sí, mucho y bien con Mancini, el arquitecto de la reconstrucción, que ha devuelto en tiempo récord el orgullo a un país que había abandonado no hace ni tres años la élite mundial. Le ha dado el extécnico del City una identidad propia, hasta contracultural porque el balón ya no es visto como un enemigo sino como un aliado. 

Lleva 32 partidos consecutivos sin conocer la derrota, el dato que delata la transformación de Italia. No tendrá, eso sí, el técnico a Spinazzola, el lateral que se rompió el tendón de Aquiles ante Bélgica.