Este año no tenían ninguna intención de parodiar el anuncio de la lotería de Navidad. Demasiado trabajo, apenas medios y, por qué no confesarlo, escasas ganas. Pero la experiencia de dos años consecutivos metiéndose en la piel de Montserrat Caballé, de Raphael o del atormentado vecino de un populoso barrio, temeroso de no haber cogido el décimo premiado, pesaban bastante en la legión de seguidores que esperaban el nuevo anuncio para ver a los vecinos de Palacios del Pan haciendo un nuevo pinito.

Los ánimos de muchas personas e insistentes llamadas tras el estreno del anuncio oficial de este año han podido más que la falta de ilusión y han cargado las pilas de Felipe Carlos Fernández, promotor e inspirador de la idea, y un grupo de amigos. Ha sido así como, en apenas tres días (aprovechando el puente de la Inmaculada) Palacios del Pan vuelve a recuperar el protagonismo de los dos últimos años con la parodia del anuncio de la lotería de Navidad.

El bonachón Justino, guardia jurado, se ha transformado en el pastor Saturnino. Y la fábrica de maniquíes es una nave de ovejas donde se respira el mismo espíritu solidario que da vida al anuncio real, cuyos protagonistas por primera vez no son personajes de carne y hueso. Ese carácter de animación ha complicado la recreación realizada por los vecinos de Palacios del Pan, pero a falta del esperado estreno que como todos los años se difundirá a través de internet, hay buenas sensaciones de que una vez más puedan haber dado en el clavo.

Entre las escenas más llamativas, el efecto dominó de voluminosas pacas de paja que se van cayendo como en el anuncio real hacen los maniquíes. "Queríamos llevar el escenario al campo zamorano y qué mejor que una explotación ganadera" comenta el "director". Y la trama del anuncio de Palacios del Pan transmite el mismo mensaje solidario que el de los personajes animados de la fábrica de maniquíes. En este caso el bueno de Saturnino está más pendiente de ayudar a tres familias del pueblo con necesidades que de hacerse con un décimo de la lotería de Navidad. La historia acaba bien. Los mismos que recibieron ayuda del generoso ganadero se encargan de que Saturnino también tenga un boleto premiado.

Un final feliz -"solidario y gracioso"- con tintes rurales, propios de una tierra de agricultores y ganaderos. Esta vez el mérito es mayor si se tiene en cuenta los precarios medios con los que han trabajado: un teléfono móvil como cámara de vídeo y un puñado de espontáneos actores que prácticamente han ido armando la historia sobre la marcha.

"Nos hemos ido animando unos a otros, sacando las ideas y se ha hecho lo que se ha podido teniendo en cuenta que el anuncio sale cuando sale, que no disponemos del tiempo que sería necesario y que renunciamos a muchas cosas porque hay gente que se hubiera ido este puente a algún sitio y se ha tenido que quedar grabando" comenta Felipe Carlos Fernández.

¿Lo más complicado?, "las tomas con las ovejas, son animales y no puedes controlar sus reacciones" apunta el aficionado director, ahora enfrascado en un montaje que "tiene fecha de caducidad; ese sí que será el último anuncio" advierte. Habrá que esperar a las próximas navidades. De momento en los próximos días, Palacios del Pan protagoniza una nueva parodia.