La tarde de ayer quedará grabada en la memoria de los aficionados taurinos de Zamora con el nombre de Miguel Ángel Perera. El torero extremeño esculpió en la plaza zamorana un verdadero monumento al valor y a la torería en su segundo toro, el último de la tarde. Después de una buena faena, muy metido en los terrenos del animal y con grandes tandas de naturales, Perera sufrió dos importantes volteretas al entrar a matar. La segunda, tremenda, con un golpe fuerte contra el suelo que dejó al torero por momentos en estado de shock hasta el punto de que estuvo a punto de tener que abandonar la plaza. Con Ponce preguntándole que si estaba seguro de lo que iba a hacer, Perera volvió a cuadrar al toro, se tiró a matar, logró una estocada y consiguió una oreja entre gritos de "torero" por parte de un público que todavía tenía el susto en el cuerpo.

Antes, en su primero, Perera logró unas muy buenas tandas con un toro manso de manual, que intentó irse a la puerta de chiqueros en varias ocasiones y al que el matador toreó en el centro del ruedo con buen criterio. Tras un pinchazo arriba, Perera mató y cortó la oreja.

Enrique Ponce demostró la razón que le lleva a triunfar en plazas de cualquier condición. El de Chiva entiende a los toros como nadie y lo demostró en el cuarto, el que en ese momento era el mejor toro que había salido por la puerta de chiqueros. El de Alcurrucén duró, pero es cierto que Ponce puso todo lo que no tenía el toro. Al final de la faena, una tanda de naturales y un ramillete de derechazos pusieron a los tendidos en pie. Pinchó para después matar bien. Dos orejas. En su primero, posiblemente el peor toro de la corrida, Ponce se vio obligado a hacer una faena que no acabara con las escasas fuerzas del animal, que perdía las manos en cuanto el de Chiva bajaba la muleta. Estocada un poco tendida y oreja.

Por su parte, Sebastián Castella dejó lo mejor de su repertorio para el quinto toro de la tarde, un ejemplar serio de Alcurrucén que se fue entre aplausos del coso zamorano. El toro dejó tras de sí un muy accidentado tercio de varas, en el que derribó al caballo dejando al picador debajo. Unos momentos de angustia que se saldaron sin mayores consecuencias. Empezó su faena el francés con su característico "pase del péndulo" en el centro de la plaza, una suerte que mete al público en la faena como pocas. Castella, muy cerca del toro, fue capaz de sacar buenos naturales aunque el animal protestaba, sobre todo por el pitón derecho. Un circular eterno en los tendidos de sombra puso al público en pie y, tras una estocada, se cobró las dos orejas. Tuvo menos suerte en su primero, un animal manso que salía despistado de prácticamente todos los muletazos. No acertó además a matar con un toro que estaba entero, pues prácticamente se quedó sin picar. Después de pinchar e intentarlo con el descabello acabó por matar al toro de nuevo con la espada.

La tarde se cerró con los tres toreros en hombros y con un único tema de conversación en los aledaños de la plaza. "¡Pero qué valor tiene Perera!".