Si hasta el viernes, Domo Musical había seleccionado espacios concretos de la Catedral para ubicar el escenario "nómada" de los conciertos, la representación de una misa de difuntos del siglo XVII revolucionó el festival ocupando todas las estancias del Templo Mayor. Un funeral digno del mismísimo Dios, representado anoche por la impresionante imagen de Jesús Yacente y sus custodios, la Penitente Hermandad. Las voces de La Grande Chapelle pusieron música al oficio en una versión tan solemne como bella, homenaje también a compositores zamoranos como Alonso de Tejeda o al maestro de capilla de la Catedral, Juan García de Salazar.

La dirección artística del espectáculo, con Alberto Martín al frente, diseñó una representación pensada para sumergir al público en el ambiente funerario de la Catedral desde el mismo acceso al interior, donde ya sonaban las campanillas del viático. Superadas las diez de la noche, los cantores de La Grande Chapelle accedieron desde el claustro catedralicio al interior de la Seo para entonar el Pange Lingua de García de Salazar. Los intérpretes dirigidos por Albert Recasens pusieron rumbo hacia el Trascoro y, más tarde, hacia la nave sur hasta llegar al crucero, donde entonaron la segunda pieza, De Profundis.

La pequeña representación de la Semana Santa comenzó entonces. Los hermanos del Yacente, ataviados con la túnica de estameña, pero a cara descubierta, iniciaron una procesión con los elementos clásicos del Jueves Santo: las esquilas del viático, los faroles de colores y la propia imagen, Jesús Yacente, hasta colocarla en el altar mayor. Uno de los momentos más singulares de la noche se produjo a continuación, cuando el coro interpretó el miserere de Alonso de Tejeda ante el Yacente.

Siguiendo al tradición de este tipo de ceremonias, La Grande Chapelle desfiló hacia el lugar donde se encuentra la Virgen de la Calva para entonar la Salve. A continuación, los cantores buscaron el altar principal para iniciar la misa de difuntos. Tras la misa y dentro de la parte de las absoluciones, los hermanos de paso tomaron la imagen de Jesús Yacente para recorrer la Vía Sacra catedralicia mientras se entonaba el motete "Laboravi in gemitu meo" de Alonso de Tejeda. Cada uno de los capítulos de la ceremonia fue desarrollándose con la ayuda de un elemento fundamental: el toque de una campana propiedad del Obispado, emplazada en el altar. Sonidos, voces, desfiles... para el más digno de los funerales. Un funeral digno de Dios.