Distintas fuentes médicas a lo largo de los últimos años han atribuido al vino distintas propiedades beneficiosas para la salud, siempre que se consuma con moderación. Obviamente no estamos hablando de un brebaje milagroso que cure enfermedades, pero sí puede prevenirlas ayudando a regular nuestro organismo.

Una de las propiedades más conocidas del vino, y más concretamente del vino tinto, es su capacidad para prevenir las enfermedades cardíacas por su alta concentración en polifenoles y vitamina E que ayudan a mantener la sangre y los vasos sanguíneos limpios.

En la misma línea, tanto los polifenoles como el resveratrol presente en el vino contienen antioxidantes que evitan la formación de coágulos y lipoproteínas de baja densidad (LDL o ‘colesterol malo’).

Otras investigaciones apuntan a que los consumidores habituales de vino, en cantidades moderadas, presentan una mayor concentración de ácidos grasos Omega 3 en plasma y glóbulos rojos. El Omega 3 también es muy importante para evitar una concentración demasiado alta de triglicéridos en el torrente sanguíneo, para el correcto funcionamiento del cerebro y del sistema endocrino, y para lucir un cabello sano y fuerte.

Por otro lado, un estudio publicado en la revista británica ”Reumathology” demostró que las personas que consumen vino de forma habitual son menos propensos a desarrollar artritis reumatoide, y quienes ya la padecen pueden reducir los niveles de dolor tomando esta bebida con moderación.

COPA DE VINO COPA DE VINO

Hay quienes han llegado a afirmar que el vino es capaz de frenar el envejecimiento. En realidad, el envejecimiento es un fenómeno natural inevitable, pero sí es posible retrasar o ralentizar el proceso si se lleva un estilo de vida saludable y se consume habitualmente componentes relacionados con la longevidad. Por ejemplo, el resveratrol: un elemento que se concentra en la piel de la uva tinta. Igualmente, está demostrado que los flavonoides, también presentes en el vino, refuerzan las células de la piel y consigue reducir las consecuencias negativas de la exposición a los rayos ultravioleta.

Otro punto a favor del vino es que existen compuestos presentes en las uvas que, al ser fermentados, tienen la virtud de evitar la aparición en nuestra boca de los estreptococos y bacterias vinculadas a la caries y la gingivitis.

Por último, el consumo de vino está relacionado con el aumento de endorfinas, la hormona de la felicidad que los humanos segregamos en nuestro cuerpo de forma natural cuando llevamos a cabo actividades que nos gustan. Este neurotransmisor destaca también por su capacidad por aliviar el dolor originado por sustancias diferentes. Además, segregarlo de forma regular reduce el riesgo de depresión. Beber vino nos hace más felices.