A PIE DE CALLE

Los barrios de Zamora, ante el 28M | Hoy, desde San Lázaro: “Quien gane tampoco puede hacer milagros”

El cierre de negocios, los aparcamientos y pequeños desperfectos copan las preocupaciones en el barrio

Dos mujeres cruzan por una calle en San Lázaro

Dos mujeres cruzan por una calle en San Lázaro / Ana Burrieza

Tras la barra del bar, Ángel admite que, en Zamora, "no se puede hacer mucho más". Este hostelero de la calle Doctor Fleming introduce ese mensaje pesimista dentro de un discurso a medio camino entre la resignación y la sorna. En sus más de 30 años por aquí, ya le ha dado tiempo a entender que "nadie puede hacer milagros" y menos un alcalde. Quizá por eso, no juzga con dureza al actual, pero tampoco espera demasiado de él si repite, ni de otro si le arrebata el mando. "Es lo que hay".

“Quien gane tampoco puede hacer milagros”

“Quien gane tampoco puede hacer milagros” / Manuel Herrera

Para este vecino de la frontera entre la zona de San Lázaro y Espíritu Santo, la realidad de Zamora es la de una ciudad que languidece. Lo ve en el cierre de algunos negocios cercanos y en el día a día de su propio bar: "La gente no maneja", señala Ángel, que pone el foco por encima del Ayuntamiento y que apunta que "si las personas no tienen dinero o trabajo, poco se van a preocupar de que se rompa una baldosa". "Si sales fuera verás cómo está todo", añade.

En el exterior espera San Lázaro, un barrio de más de 5.500 habitantes que perdió 100 en el último año. Como en la mayor parte de la ciudad, el envejecimiento marca la vida cotidiana de unas calles más vacías que algunos días atrás. El calor primaveral ha reculado y las gentes de la zona cumplen con las jeras sin pararse mucho. Ni siquiera en el eje de Obispo Nieto, donde los bancos esperan en vano y el interior de los bares atrae más que las terrazas.

“Quien gane tampoco puede hacer milagros”

“Quien gane tampoco puede hacer milagros” / Manuel Herrera

En uno de esos locales, de nombre Madrid, Miguel Ángel y Felisa, cliente y hostelera, charlan sobre la vida del barrio y acerca de lo que podría mejorar merced a la atención municipal. Él, ya jubilado, saca a la palestra el asunto de los aparcamientos, una cuestión sensible por aquí tras la polémica de La Vaguada y en plenas obras de la plaza de Puebla de Sanabria: "Hay críticas, pero tampoco quieren que se hagan nuevos", resume Miguel Ángel. Felisa, por su parte, demanda una mayor atención a los jardines sin mucho ánimo de polemizar más de la cuenta.

En general, los vecinos que abordan la actualidad municipal prefieren hacerlo con mesura, aunque cada cual tenga sus motivos para exigir al que sea elegido. En el camino hacia la parte alta del barrio, un habitante de la calle de Las Peñas alerta sobre la proliferación de pintadas: "Hay una cierta sensación de abandono, como estamos aquí escondidos…", lamenta.

“Quien gane tampoco puede hacer milagros”

“Quien gane tampoco puede hacer milagros” / Manuel Herrera

Lo cierto es que por todas esas calles lo extraño es ver una fachada inmaculada. "¿Dónde no hay pintadas?", se preguntan María Jesús y Manuela, sin darle demasiada bola al asunto y con el afán en frenar el ímpetu juguetón de sus perros. Las dos entienden que el barrio está aceptablemente cuidado, aunque dejan un "pero" para las papeleras: "Tendría que haber más".

Coches a mucha velocidad

A unos metros, por la calle Manuel Fernández, Sara Nevado apunta otra necesidad: "Hace falta algún resalto. Aquí no hay y pasan los coches muy rápido camino al polígono", advierte la vecina. La velocidad de los automóviles y el tránsito de las personas mayores como Luisa Atilana Méndez se antoja como un cóctel peligroso, aunque ella deja a un lado cualquier protesta, se agarra a un carácter más que dicharachero y cubre de flores al alcalde: "Está todo muy limpio y, uy, la de obras que ha hecho. Me he leído el periódico ese que ha dejado y he tardado dos días", defiende esta mujer.

Ya en la parte más pegada al río, en la zona de Las Vegas, Juan José Carretero se suma a las alabanzas por el orden y la limpieza: "Con el Ayuntamiento no hay queja", asegura este vecino, parroquiano de un bar de la zona, aunque residente en Carrascal. Ah, y "no comunista". En lo municipal, la ideología puede quedar aparcada.

Los asuntos del día a día

Otras personas consultadas prefieren mantenerse al margen de cualquier disputa local y utilizan breves alegatos sobre su desconocimiento de la política para mostrarse neutrales. Ni las loas ni las críticas desaforadas son demasiado habituales por aquí. Lo que prima son las pequeñas quejas por asuntos del día a día del barrio o incluso por cuestiones de otros puntos de la ciudad, como el "abandono del casco antiguo" que menciona algún paseante.

No en vano, a medida que uno avanza hacia Valorio, camina por la vera del río y va dejando atrás la zona de San Lázaro para acercarse a Olivares, resulta más común encontrarse con personas fuera de su lugar habitual. En este paseo, algún vecino menciona la posibilidad de contar con un entorno más cuidado y lamenta la polémica de la zona inundable que acabó con la marcha de Gaza. Eso ha causado, bajo este punto de vista, un mayor descuido en el entorno.

La paz de Olivares

Ya en el barrio de Olivares, la mañana transcurre en paz. La quietud es tal que cuesta ver gente en las calles. Quien camina por aquí lo hace de paso, como Marisa Martín y Álvaro García, madre e hijo. Ambos son habituales por este rincón y consideran que el entorno está razonablemente bien cuidado, aunque señalan algún desperfecto, por ejemplo, en las fuentes, donde "a veces no sale agua".

La foto de esa mañana muestra también un árbol caído y deja a la vista una de las quejas de quienes pasan por aquí pedaleando: "El carril bici se corta", constata Álvaro. Las asociaciones de la ciudad ya han reclamado con insistencia una mayor atención a los anillos de la capital y a la circulación sobre las dos ruedas en general. Quien tome o retome el mando tendrá que afrontar esas demandas.

A la salida del barrio, también aparecen los turistas, que acuden a las aceñas y disfrutan de la imponente estampa primaveral del Duero. Los visitantes cruzan Olivares a paso lento; los zamoranos transitan la zona más apresurados y ya sin ganas de hablar: "Lo veo todo bien", zanja una de las transeúntes sin detenerse, más por el ánimo de seguir su camino que con afán elogioso. Ella y los otros 49.000 electores zamoranos ya hablarán con su voto el domingo.

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