Las temidas rabietas responden a una fase del normal desarrollo de un niño, pero provocan muchos quebraderos de cabeza. Mantener la calma, mostrar empatía, no tomárnoslo como algo personal, tener claros los límites y poner nombre a esas emociones descontroladas son ideas clave para manejar la tormenta. 

“Nunca debemos perder el control. El incapaz de controlar sus emociones, en principio, es el niño”

El psicólogo Alberto Soler explica lo siguiente sobre las rabietas: “Las rabietas son un fenómeno normal, y como tal debemos gestionarlas. No se dan porque el niño sea un malcriado o porque los padres no sepan imponer su autoridad. Se dan, simplemente, porque forman parte del desarrollo del niño. Podemos gestionarlas de un modo más consciente y respetuoso con las necesidades del niño, sin por ello dejar de ser firmes en las situaciones que lo requieren”. ¿Qué podemos hacer?

  1. Más vale prevenir que curar. Evitando situaciones conflictivas podemos evitar una rabieta.
  2. Cuando se da la rabieta nunca debemos perder el control, elevar la voz ni intentar imponernos a la fuerza. Recordemos que aquí el incapaz de controlar sus emociones, en principio es el niño.
  3. A veces se puede ceder. “¿Que quieres la camiseta roja en vez de la verde? Ok, ponte la roja, no pasa nada”.Hemos evitado una rabieta o la hemos cortado a tiempo. No es una guerra, no pasa nada.
  4. La firmeza no está reñida con el afecto. Aquí no queremos ceder, pero sí podemos tratar de negociar con nuestro hijo una alternativa: “ya sé que quieres esto, pero no puede ser. Si quieres, podemos…”.
  5. Bajar a su nivel, hablarle con calma, mirándole a los ojos, intentando que nos mire mientras le hablamos. Esto es importante siempre que nos comunicamos con un niño, pero cuando estamos en una situación como ésta, mucho más importante todavía.
  6. Nunca debemos emplear el chantaje emocional: .
  7. No negar el contacto físico. Es probable que rechace el contacto físico, que no quiera saber nada de nosotros. Debemos respetarlo y no tomarlo como un ataque. Simplemente está ofuscado. Pero si acepta el contacto físico, podemos darle un abrazo, besos o cogerle hasta que se sienta mejor.
  8. No debemos dar sermones ni grandes explicaciones, mucho menos en la fase más explosiva de la rabieta. Porque nadie nos va a estar escuchando en ese momento. Los mensajes, cuanto más breves y sencillos, mejor: “cariño, lo siento, ahora eso no puede ser” Una vez la pataleta ha acabado, y en función de la edad del niño, podemos hablar con él acerca de lo ocurrido, pero nunca durante la misma”

“No intentéis negar las emociones de los hijos, por más que estas puedan traer conductas no demasiado adecuadas”

Begoña Ibarrola, la autora de cuentos infantiles y psicóloga nos cuenta que hasta ahora “no se ha tenido en cuenta el papel tan importante que tienen las emociones para nuestra vida y nuestra felicidad”. Por eso, cree importante que padres y madres “no intenten negar las emociones de los hijos, por más que estas puedan traer conductas no demasiado adecuadas, que acojan todo tipo de emociones y que aprendan a acompañar a sus hijos en las emociones. Y también que aprendan trucos para ayudar a sus hijos a salir de emociones que pueden no ser muy positivas para ellos”.

“Cuando no sepáis qué hacer, antes de gritar, apostad por el contacto físico”

En un taller, Lucía Galán nos proponía una reflexión: “¿Cuál es la manera más rápida para nuestros hijos de captar nuestra atención?”, la respuesta es muy clara: portarse mal. Lucía nos llevó de visita al cerebro de un niño, que está dominado por la parte inferior, de las emociones, los impulsos y los instintos. “Los niños hacen cosas de niños, no necesitan la casa ordenada, no necesitan llegar a tiempo…”. 

Sus necesidades y las nuestras difieren. Pero “para conectar la parte del cerebro inferior (dominada por emociones e impulsos) y la superior (dominada por el razonamiento lógico), lo único que hace falta es un chispazo”. Y el mejor, nos cuenta Lucía, es el contacto físico: “Cuando no sepáis qué hacer, antes de gritar, apostad por el contacto físico”.

“Pueden ser comportamientos, socialmente muy incorrectos, pero emocionalmente muy sanos”

Yolanda Salvatierra, responsable de Kash-Lumn nos contaba: “¿Qué es un mal comportamiento? Parece obvio que atribuimos ese calificativo a toda conducta que no responde a las normas socialmente establecidas, pero en realidad un “mal comportamiento” nos está expresando un malestar. Una rabieta, las malas contestaciones, el no obedecer, no querer comer o irse a dormir… no son respuestas que vengan motivadas por sensaciones de placer. ¿Podemos recordar la última vez que nuestro hijo o nuestra hija se portó mal? O mejor aún ¿podemos recordar cuándo lo hicimos nosotros? Un llanto incontenido, una contestación airada, un grito de terror, hasta incluso dar un puñetazo en la mesa o cerrar la puerta con un portazo pueden ser comportamientos, socialmente muy incorrectos, pero emocionalmente muy sanos. 

Pensemos por un momento en que nos ocurre cuándo nos asustamos, enfadamos, cuándo nos cuesta aguantar la rabia ante una injusticia. Hemos aprendido a comportarnos según las normas establecidas. En la mayoría de los casos, a no dejar ver nuestra vulnerabilidad, a ser asertivos y “políticamente correctos” pero ¿ello nos hace sentir mejor? La dificultad que tienen las emociones es tratarlas desde la calma”. 

“Si entendemos los comportamientos de nuestros hijos más conectados con ellos, sin tomárnoslo tan a pecho, no perderemos tanto la paciencia”

María Soto, la fundadora de Educa Bonito nos señaló en un taller que  las rabietas “van en el pack de niño y son retos que superar. Si entendemos los comportamientos de nuestros hijos más conectados con ellos, sin tomárnoslo tan a pecho, no perderemos tanto la paciencia”. María pone un ejemplo: al tener un bebé no entendíamos su llanto a las tantas de la madrugada como un desacato a nuestra autoridad, sino como la manifestación de su necesidad. Con lo que llamamos “malos comportamientos”, asegura la fundadora de Educa Bonito, pasa lo mismo.

“Nuestros hijos entienden que el mundo funciona según las reacciones que tengamos a lo que hacen”.

En una ponencia muy divertida y convertida en viral, Carles apelaba al sentido común frente a conflictos como las rabietas. Considerando que “nuestros hijos entienden que el mundo funciona según las reacciones que tengamos a lo que hacen”, Carles nos contó cómo un niño pedía una piruleta y no se la daban, lloraba y no se la daban, pataleaba y no se la daba y se llegó a poner morado del berrinche y se la dieron. Por eso, Carles, poniéndose en la piel de ese niño, aseguraba que este diría a los amigos “Me ha tocado una familia en la que debo jugarme la vida para conseguir una piruleta”.