La visita de la consejera de Cultura, Josefa García Cirac, a Zamora este viernes sirvió para confirmar que la nueva edición de Las Edades del Hombre se inaugurará la última semana de abril bajo el nombre de Aqva, como estaba previsto. El delegado diocesano de Patrimonio y comisario de la muestra, José Ángel Rivera de las Heras, avanzó una semana atrás que el recorrido por la metáfora bíblica del agua "sorprenderá" a los visitantes. Hablaba en particular de la Colegiata de Santa María la Mayor, un lujo en el "continente" que ayudará a valorar mejor el contenido, esas 130 piezas que vertebran la edición toresana. A la sombra del templo mayor se sitúa la subsede, la iglesia del Santo Sepulcro, un edificio de grandes dimensiones que cierra la Plaza Mayor en uno de sus costados -su céntrica ubicación es el motivo de la elección como "salón" de apoyo- y, a su vez, encierra una profusa historia ligada a una de las cinco órdenes que nacieron en la Edad Media para custodiar los lugares santos para la cristiandad.

La orden del Santo Sepulcro nació en Jerusalén en el año 1099 después de la conquista de la ciudad santa por uno de los personajes medievales más legendarios: Godofredo de Bouillón. Fueron tiempos pugna a sangre y fuego entre los cristianos y los musulmanes, cuyos lugares más sagrados se solapaban en torno a Jerualén. El fundador realizó un ceremonial religioso en la iglesia del Santo Sepulcro junto a una serie de canónigos a cuyo frente situó a un prior y organizó una guardia militar con caballeros capaces de dar su vida por mantener inmune el templo jerosolimitano.

La posterior caída de San Juan de Acre en 1291 hizo que la orden religioso-militar se dispersara por distintos países europeos, donde los sepulcristas impulsaron diversos prioratos. La orden tuvo que hacer frente a numerosas adversidades, pero ninguna como la decisión del papa Inocencio VIII de arrebatarles sus posesiones para dárselas a los Hospitalarios de San Juan, una decisión revocada solo siete años después por Alejandro VI, el valenciano Rodrigo Borgia.

Pero si de leyenda hablamos, resulta imprescindible afrontar el capítulo histórico en que uno de los caballeros sepulcristas, Hugo de Payns, dejó la orden para fundar otra, más célebre y poderosa: los caballeros del Temple. Una circunstancia que demuestra que los templarios, aunque compartían la filosofía de proteger caminos y lugares santos, no fueron los pioneros en la empresa.

Los sepulcristas, por su parte, afrontaron los desafíos propios de la orden respetando los votos de obediencia, castidad y pobreza. Normas que se extendieron a los diferentes prioratos establecidos en toda Europa: Alemania, Polonia, Francia? y la península ibérica. La dispersión de la orden permite incorporar a la historia del Santo Sepulcro el nombre de Toro y el templo que ahora, en el siglo XXI, vuelve a ser protagonista, esta vez, con motivo de una exposición de arte sacro.

La primera referencia del templo, tal y como ha estudiado el historiador toresano José Navarro Talegón, tiene fecha concreta. Es la bula del papa Honorio II, firmada el 4 de septiembre de 1128, en la que aparecen todos los bienes de la orden lejos de Tierra Santa. El antiguo Comisionado de Patrimonio apunta que en esa relación de edificios radicados en Italia, Francia y España, el Santo Sepulcro no es más que una iglesia localizada "en lo que entonces era un arrabal situado fuera de la puerta principal del primer recinto amurallado de Toro", a los pies de la actual Plaza Mayor toresana.

Antes de finalizar el siglo XII, el Santo Sepulcro toresano dio un paso adelante con su transformación en monasterio, emplazado en un lugar de privilegio de la ciudad y sin la obligación de contribuir con impuestos. "Es indudable que el monasterio existía en el año 1195 y que en él residía el prior de España", confirma Navarro Talegón, en referencia a un extranjero de nombre Otger. Y aquí viene uno de los aspectos más interesantes. Desde la incorporación del monasterio, el templo se convierte en "la cabeza" de la orden del Santo Sepulcro en los reinos de Castilla, León, Portugal y Navarra. En Toro tenía su sede el priorato de España.

Muy lejos de Tierra Santa, en la Plaza Mayor toresana, se sitúa uno de los tentáculos de una orden histórica, germen de otra mucho más legendaria, que albergará en su nave una parte de las piezas seleccionadas por la muestra Aqva. Ahora, todos hablan de la Colegiata de Santa María la Mayor, una especie de Catedral para los toresanos. En cambio, muchos ignoran que detrás del Santo Sepulcro se sitúa un libro repleto de avatares históricos con la fe y la religión como motores.