Vamos a suponer que encontramos una lámpara perdida, la frotamos, y aparece un genio que nos propone que le pidamos tres deseos sobre la energía para este año 2022. La lámpara no tiene que ser necesariamente eléctrica. Puede perfectamente ser de un queroseno sostenible como el que produce ya Repsol y que, por cierto, emite menos CO2 en todo su ciclo de vida que muchos usos eléctricos.

Primer deseo: que no nos falte energía. O sea, lo que técnicamente se conoce como seguridad de suministro. Para ello es importante conocer qué energía vamos a necesitar para las próximas décadas: petróleo, gas natural, electricidad renovable, biocombustibles avanzados, almacenamiento eléctrico… Tenemos que garantizar el apoyo y, como mínimo, la no demonización de esas energías que vamos a necesitar. Si las demonizamos o dificultamos que su producción se pueda financiar, escasearán como pasa ahora con el gas, y los precios serán elevadísimos.

Segundo deseo: que la energía tenga un precio razonable. Las familias deben poder pagarla. No es tolerable que las industrias paren, dañando al empleo, porque no pueden competir porque la energía es cara. Les avanzo una idea que ayudaría a este objetivo: el Gobierno de España debería exigir a la Unión Europea que, mientras dure esta emergencia energética, ponga más derechos de CO2 en el mercado, para que la especulación financiera no siga subiendo el precio de la luz y del coste que las industrias tienen que pagar por usar el gas natural. La Comisión Europea debe bajar a las necesidades reales de las familias y de las industrias, guardando sus manuales ideológicos en el cajón.

Tercer deseo: que la energía que producimos reduzca sus emisiones de CO2. Para ello, debemos usar todas las tecnologías, sin que la ideología y los determinismos prohíban algunas de ellas. Más ciencia y menos programa político. Si sustituir cinco coches diésel por otros cinco diésel nuevos cuesta menos a los contribuyentes que subvencionar un eléctrico y el efecto sobre la reducción del CO2 es mayor, ¿Por qué no lo hacemos? ¿Por qué preferimos subvencionar a los que tienen rentas más altas? Descarbonicemos la economía, pero al menor coste posible, y además con justicia social. Que los que paguen la transición energética no sean los empleos industriales y las rentas medias y bajas.

Solicitados mis deseos energéticos para el año 2022, pido al genio añadir uno adicional. Que lo que se apruebe en las leyes, se cumpla. ¿Un ejemplo? Los requisitos europeos para usar biocombustibles avanzados en nuestros carburantes deben ser aplicados y cumplidos en España. Sin fraude, como el que abunda. Hay empresas que incumplen y que introducen en su lugar combustible que viene del petróleo, más barato, provocando daño económico (menos pago de impuestos), daño social (al empleo de las empresas cumplidoras) y daño medioambiental (más emisiones de CO2). Es fácilmente comprobable y punible. El discurso verde empieza por castigar al defraudador medioambiental. Y que no se preocupe el genio. El queroseno de su lámpara es un biocombustible avanzado.