Tras ver salir a Rafael Nadal del Foro Itálico de Roma, hace un par de semanas, con aquel gesto de dolor, y sobre todo de impotencia, por no haber podido desarrollar todo el potencial físico y psíquico del que casi siempre ha hecho gala, a través de este mismo medio me permitía pedir a quien aprecio sobremanera: “Rafa, no sigas, verte sufrir me duele”

Anteanoche, después de ver como superó brillantemente a quien ha sido y sigue siendo su peor enemigo, en las pistas de tenis, no puedo por menos que “quitarme el sombrero ante el señor Nadal” y decirle una vez más lo que todo el mundo sabe, cual es que: en la tierra de París, eres único e irrepetible.

Gracias por tu esfuerzo y suerte en tu partido contra Alexander Zverev, que, por el juego que desplegó en su partido contra Alcaraz, puede que sea la final anticipada. Así como hace unos días, después de haber sido testigo a través de la tele del sufrimiento de Rafa, le daba muy pocas opciones en un hipotético enfrentamiento con Novak Djokovic, y manifestaba: “¡Ojalá me equivoque!” Hoy, fuera ya del cuadro Carlos Alcaraz, toca gritar de nuevo, y si cabe con más fuerza que nunca, ¡Vamos Rafa!

Y que nadie piense que Alcaraz jugó mal contra Zverev. Jugó lo que pudo jugar, porque el que tuvo enfrente lo hizo sublime.