La Opinión de Zamora

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Fútbol | Primera RFEF

Zamora CF y su descenso a Segunda RFEF: Sin gol no hay paraíso

El Zamora CF afrontó una temporada para disfrutar en la que no ha parado de sufrir desde el principio pese a los cambios en la plantilla

La derrota en el play off de Almendralejo marcó el inicio de la caída del equipo rojiblanco. / LOZ

El Zamora CF ha regresado a la cruda realidad, a una cruda realidad a la que se ha ido acostumbrando paulatinamente a lo largo de una temporada para el olvido de la que, además, será difícil extraer conclusiones que sirvan para el futuro. Ayer se consumó lo que se veía venir desde hace semanas.

Porque la actuación de este equipo ha sido más que decepcionante como ha quedado patente con este descenso matemático después de un partido en el que el equipo no ha mostrado ni con mucho la motivación que se le debería exigir y a falta todavía de tres jornadas para finalizar la Liga en las que además, ya tiene el equipo adjudicados los tres puntos del partido contra el Extremadura.

Es el descenso más rápido de los que ha sufrido el club rojiblanco a lo largo de su más de medio siglo de vida, ni siquiera hemos podido mantener la esperanza de luchar hasta los últimos momentos de la campaña.

David Movilla se despidió en el mes de noviembre.

Es el momento de reflexionar y de que recapaciten los que llevan las riendas de esta sociedad anónima que sufre su primera gran decepción. Pero también es verdad, que este club no tiene ninguna obligación de estar en la máxima categoría del fútbol federativo. A nadie se le olvide que este ha sido un año de regalo, un año para disfrutar compitiendo junto a rivales históricos del fútbol español como han sido el Deportivo, el Racing de Santander, o el Badajoz, entre otros. Unos rivales que sí tenían la obligación de ascender o de, al menos, mantenerse en este nivel futbolístico.

Yago Iglesias, junto al resto del staff técnico en el banquillo.

Pese a ello, el Zamora sí pudo haberlo hecho mucho mejor porque tenía los mimbres para ello: un presupuesto mediano dentro de la categoría, una estructura profesional muy consolidada, un equipo técnico del máximo nivel, una afición que responde siempre cuando se le motiva, junto a una ciudad y provincia que respaldan al club pese a que sus despachos de dirección se hayan ido muy lejos con la sociedad anónima deportiva.

El equipo llegó eufórico tras una primera campaña en Segunda División B en la que tuteó a muchos de los rivales con los que se encontró en la presente. Había salido por fin de la “tercerona” donde se lo encontró el Grupo Vivir antes de hacerse con el timón del club y en escasos meses, de la mano de David Movilla, se veían los rojiblancos luchando por entrar entre los cuatro primeros clasificados que disputarían la fase de ascenso en Extremadura, luchando por una nueva oportunidad para llegar al fútbol profesional que habían desperdiciado en cinco ocasiones anteriores. No hubo ninguna suerte, ni con el rival, un Extremadura que jugaría en casa en el Francisco de la Era de Almendralejo; ni con el horario ya que el partido se jugaría a las 20.15 horas un domingo, lo que dificultó enormemente la afluencia de la afición zamorana. Y la ilusión duró poco porque el Badajoz lograba dos goles en la primera parte que fueron suficientes para sentenciar al Zamora que, sin embargo, obtenía el enorme galardón de jugar la siguiente temporada en una nueva e ilusionante Primera RFEF.

César Villafañe, director deportivo.

Como no podía ser de otra forma, el club decidió mantener el equipo técnico que había protagonizado la proeza de ascender dos categorías en dos años, con César Villafañe y David Movilla al frente, y el segundo paso fue el de renovar al bloque de estos ascensos pero solo en unos pocos jugadores claves: el portero Jon Villanueva, los defensas Parra y Piña; los zamoranos Dani Hernández y Carlos Ramos; y los delanteros Coscia y Herrera, entre otros. Llegaron refuerzos para que la plantilla rindiese a un buen nivel en la nueva categoría como el portero Magunagoitia; defensas como Xisco Campos o Garay; centrocampistas contrastados como Luque, Jorge Fernández o Javi Navas; y atacantes con proyección como Baselga, Losada o Dieguito. Pero ya desde los primeros compases de la Liga se comprobó que iba a ser muy difícil salir adelante en esta Primera RFEF. El debut fue una derrota por la mínima ante el Athletic B (0-1) al que siguió un empate en Madrid contra el Dux que tenía un importante valor, pero saltarían todas las alarmas con el 1-4 con que castigaba a los de Movilla la UD Logroñés y que curiosamente repitieron ayer los riojanos en Las Gaunas.

Llegó el mes de noviembre y la situación del equipo era ya más que preocupante, situado en la penúltima posición y sin ninguna capacidad goleadora.

La cuerda se había tensado ya mucho y lo que parecía que no podría llegar nunca, se produjo a finales de mes con el cese de David Movilla, una figura incuestionable hasta muy poco tiempo antes. Su sustituto fue el gallego Yago Iglesias que debutó con una derrota en Irún (2-0) pero el revulsivo llegó y el nuevo técnico conseguía enderezar el rumbo del equipo que encadenaba siete partidos sin perder a excepción del 0-1 ante el Deportivo de La Coruña.

El equipo estaba quinto por la cola, todavía en puestos de descenso a primeros de febrero, pero a solo dos puntos de la permanencia. La afición volvía a confiar tras un periodo invernal de fichajes en el que hubo muchas incorporaciones, pero el principal problema, la falta de gol, era evidente y quedó patente en siete jornadas sin marcar que fueron un lastre definitivo para el equipo rojiblanco del que ya no llegó a recuperarse.

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