Las expediciones de Jorge Egocheaga al Himalaya tienen, desde hace muchos años, dos vertientes: la puramente deportiva, enfrentándose al reto de ascender a las cumbres más altas del planeta; y la relacionada con su condición de médico, que le lleva a aprovechar cada viaje para atender a personas necesitadas en los pueblos más recónditos de Nepal, especialmente a los niños. Esta vez, tras completar el martes su decimoquinto ochomil en el Manaslu y regresar al campo base, Egocheaga volvió sobre sus pasos para ayudar a cinco expedicionarios en apuros.

Junto al zamorano Martín Ramos, su compañero habitual en las expediciones del Himalaya desde 2008, Jorge Egocheaga pisó la cumbre del Manaslu, la octava montaña más alta del planeta, sobre las 7 de la mañana del martes. Fue una ascensión rápida, realizada en estilo alpino, sin sherpas, ni oxígeno artificial, ni grades transportes de material. Tanto el ascenso como la bajada de los dos españoles al campo base fueron completados sin incidencias, aunque ese mismo día se registró el fallecimiento de una alpinista estadounidense, entre el campo 4 (a más de siete mil metros) y el campo 3. Una vez en el campo base, Egocheaga tuvo conocimiento de los problemas que estaban sufriendo dos alpinistas iraníes y en el campo 1 y de la situación aún más complicada de tres polacos, atrapados en el campo 4. Con algunas dificultades por el mal tiempo, a media tarde de ayer (hora española), Egocheaga llegaba al campo base con los cinco expedicionarios.

Este contratiempo retrasó el regreso de Jorge Egocheaga a Katmandú, donde tenía previsto visitar al hijo pequeño del sherpa Mingma, con problemas de salud supuestamente relacionados con el covid-19. El montañero ovetense tiene una relación muy estrecha con Mingma, que le ha acompañado siempre que ha intentado un ochomil en Nepal y Tibet. Egocheaga aseguraba que “nunca podré olvidar cómo Mingma se arriesgó para ir a buscarme entre los seracs de la cara sur del Shisha”.