La triunfante estancia en Tokio de Adriana Cerezo llegó su fin. El pasado miércoles se pudo ver a la medallista española en el aeropuerto, conmovida, siendo recibida por amigos y familiares tras su largo viaje olímpico. La plata que llevaba al cuello es el producto de una vida de esfuerzo y sacrificios marcada por el talento, la ambición, la exigencia y la disciplina. Poco más tarde, ella y el ganador del bronce, David Valero, tuvieron un acto de bienvenida en la sede del Comité Olímpico Español en el que pudieron lucir sus merecidos trofeos.

Los padres -a la derecha- y compañeros del gimnasio "Han Kuk" de Adriana Cerezo, presenciando la final olímpica. EFE/Sancho Lladós

Después de regalar a España su primera presea en los Juegos Olímpicos, cualquiera estaría a punto de embarcarse en unas merecidas vacaciones; Adriana no. Este mismo lunes la madrileña volverá a involucrarse en una nueva competición. Su madre, May Iglesias, natural del municipio zamorano de Fuentespreadas, la conoce muy bien: “Ella está muy acostumbrada a viajar, está constantemente fuera. Siempre tiene campeonatos y si no, entrena. Está poco en casa, el lunes ya tiene que ir a preparar el Europeo sub-21 de finales de agosto”. Y es que esa es la rutina de los mejores deportistas del mundo, la misma que siguen los pocos elegidos que aúnan talento y sacrificio para alcanzar la gloria; Adriana es una de ellos. Por su mente solo pasaba traer de Tokio una medalla y a su casa una medalla ha traído.

May Iglesias, junto a su hija, en una foto realizada hace unos días cuando viajó desde Madrid hacia Tokio.

A pesar de no haber olvidado los fatídicos últimos segundos de su combate contra la tailandesa Panipak Wongpattabakit, sus primeras declaraciones muestran que en su campo de visión ya se atisban los Juegos de París de 2024. Una mala gestión de sus movimientos hizo que cometiera un error en el último instante de lucha sobre el tatami, perdiendo el oro. May Iglesias ha podido vivir de primera mano la “montaña rusa de emociones” que atraviesa su hija: “Lo lleva muy mal, no consigue gestionarlo”. Desde la derrota del sábado, Adriana Cerezo revive, sin pausa, cada movimiento de aquel día . “Nosotros (sus padres) tenemos más claro que una plata olímpica es tremenda. Es una niña que solo lleva unos meses compitiendo en categoría senior. Vio que lo podía ganar, pero por un error propio perdió. Le cuesta perdonarse: fue equivocación suya, no un acierto del rival, esa sería otra forma distinta de perder. No está acostumbrada a la derrota. En cuanto esté entrenando para el próximo campeonato recuperará la alegría, pero por ahora esa última acción sigue rondando en su cabeza ”, cuenta su madre, orgullosa.

Jesús Ramal, entrenador de Adriana Cerezo acudió a recibirla a Barajas. EFE/Mariscal

En la madrileña se reconocen los rasgos que marcan a los grandes deportistas: el talento, la ambición, la exigencia y la disciplina. Incluso con unos cortos 17 años, Adriana buscaba el metal en sus primeros Juegos. En palabras de May Iglesias: “Consiguió la plaza para las Olimpiadas por haber ganado el Europeo y confiaron en ella por su trayectoria en inferiores. Una vez que consiguió estar en los Juegos, a su edad, fue a por todo”. No se debe confundir su ambición con soberbia o inconsciencia, la taekwondista capitalina escoge sus objetivos con orden, entrena duro y solo cuando está preparada va a por ellos. “Cree mucho en sí misma porque trabaja mucho. Adriana es una persona muy autoexigente, se esfuerza para dar el máximo rendimiento y por eso está ahí. Sabe que la preparación y los entrenamientos que ha hecho le dan posibilidades de ganar, y por eso estaba convencida en Tokio”, explica una madre con fe ciega en su hija.

Familiares y amigos de la taekwondista Adriana Cerezo esperaron su llegada en el aeropuerto de Barajas este miércoles. EFE/Mariscal

Pero no todo es deporte en la vida de la joven de Alcalá de Henares, los estudios son parte fundamental de su rutina diaria. Cerezo ha tenido que compaginar el taekwondo y las clases durante casi toda su vida, y en este apartado es en el que más se puede observar hasta qué punto es disciplinada. Si es brillante en el tatami, igual es en el pupitre: este mismo año, antes de acudir a la cita olímpica, ha sacado matrícula de honor en Bachillerato y una puntuación de 13 en la EBAU que le permite elegir la carrera que le plazca. “Ella es consciente de que del taekwondo no se puede vivir. Quiere continuar en el deporte al máximo rendimiento todo el tiempo que pueda, pero va a seguir estudiando. Este curso empezará la carrera de Criminalística”, dice May Iglesias.

El tiempo libre no existe para Adriana, por ello “hasta el día de hoy ha estudiado en viajes o en casa hasta altas horas de la madrugada, tiene unos tiempos muy limitados. Es alguien que solo estudia y entrena, pero tiene muy asimilados los sacrificios que hace. Adriana lleva en taekwondo desde los cuatro años y compitiendo a alto nivel desde los doce, viaja mucho; desde entonces no ha pasado un verano en casa. Durante el curso está constantemente yendo y viniendo de competiciones, hace los exámenes con antelación, estudia en aviones y hoteles... Sin embargo, tiene los objetivos claros”.

Por su parte, la madre de Adriana Cerezo también está involucrada en el taekwondo: “Nosotros intentamos estar siempre con ella en las competiciones, salvo ahora que el Covid no nos permitió ir a Tokio y tuvimos que quedarnos en casa y verla desde la televisión”. Desde que su padre (abuelo de Adriana) apuntara a taekwondo a la actual medallista con escasos cuatro años, May Iglesias ha vivido en primera persona el crecimiento de su hija como persona y como deportista. Ahora, en los Juegos Olímpicos de 2021, ha sido testigo de cómo su niña ha ido derrotando una a una a sus ídolos del tatami, como ya ha reconocido en el caso de la china Wu Jingyu, a quien ganó con un contundente 33-2.

Nosotros siempre hemos creído en Adriana porque ha ido cumpliendo sus metas sin freno. Cuando llega a unas Olimpiadas ya creemos que va a conseguir lo que se proponga, y su objetivo es ser la mejor luchadora de la historia del taekwondo. Por eso, en realidad no nos ha asombrado verla llegar hasta allí. Al acabar de entrar en senior y no tener ranking sabíamos que le iba a tocar un cuadrante complicado; las fue ganando a todas”, afirma la madre de la ganadora de la presea de plata. “Ella no estudia a sus oponentes, cree más en lo que puede hacer ella a las rivales que en lo que las rivales puedan hacerle. Esa es su estrategia y la del entrenador. Yo creo que he visto más vídeos de los rivales que mi propia hija. Lo que sí nos ha sorprendido es verla caer con esa dignidad ante la luchadora tailandesa”. Y es que la imagen de la joven madrileña en la final, levantando la mano de su oponente en símbolo de victoria, ha dado la vuelta al mundo en estos últimos días.

Adriana Cerezo todavía es muy joven y tendrá más oportunidades en las olimpiadas venideras. Con talento, ambición, exigencia y disciplina, su futuro no tiene límites. Todos eso lo tiene. De momento, la espera París.

“Fuentespreadas es mi infancia, Zamora la tierra de su abuela”

La familia de Adriana Cerezo está enraizada en Zamora, en el municipio de Fuentespreadas. Allí, juntos pasan sus veranos y disfrutan de las fiestas estivales. La madre de May Iglesias, abuela de Adriana, nació en la pequeña localidad zamorana de tan solo 280 habitantes. No permaneció allí, sino que tuvo que emigrar en busca de trabajo a Alemania. Fue en Frankfurt donde conoció a su futuro marido, padre de May, ese mismo que llevó a Adriana con cuatro años a sus primeros entrenamientos sobre el tatami. La pareja, una zamorana y un gallego, se casaron en tierras germanas. Más tarde regresaron a España y, como era normal en la época, se asentaron en Madrid. Ya con hijos, siguieron viajando todos los veranos a su pueblo para juntarse en las fiestas, llegando May Iglesias a participar en los quintos. En el periodo estival, la benjamina de la expedición española en Tokio retorna el camino de sus antepasados y “siempre que no tiene competición va a todas las fiestas del pueblo y está allí con sus tíos”, relata su madre. La relación de Adriana Cerezo con Zamora nunca se ha apagado, May Iglesias narra la importancia que ha tenido Fuentespreadas para la medallista: “Es el pueblo donde yo crecí; pasé mi niñez allí, todos mis veranos. También sus tíos. Para ella es clave la familia, Zamora es la tierra de su abuela, que fue quien la crió. Nosotros trabajábamos y sus abuelos eran los que la cuidaban, la recogían del cole... Ha crecido oyendo historias de sus pueblos, de sus fiestas, de las viviendas mías y de su madre”. Los últimos veranos de la capitalina han estado cubiertos de compromisos deportivos, como los presentes Juegos Olímpicos de Tokio. A pesar de la circunstancia, Zamora y Fuentespreadas siempre estarán vinculadas a los éxitos de su campeona.