Leo Messi sigue su periplo vacacional: Buenos Aires (poco rato), Rosario, Miami, República Dominicana, Barcelona, ahora Ibiza en compañía de la familia de Luis Suárez y, mientras tanto, el club, Joan Laporta, Ferran Reverter y Mateu Alemany continúan haciendo números, hablando con los representantes de las ‘vacas sagradas’, de los niños de La Masia que se rebelan y quieren ganar como los del Camp Nou, buscando que caiga alguna estrella fugaz libre de contrato y, sobre todo, cumpliendo la petición de los abogados de Gerard Piqué, Sergio Busquets, Sergi Roberto y Jordi Alba, que pidieron por escrito cómo les va a afectar a sus representados la necesidad de inscribir de nuevo a Messi y la necesidad de reducir la masa salarial, dicen, en 200 millones de euros.

No hay que olvidar que ya bajo la gestora que presidió Carles Tusquets se creó una mesa de negociación en la que estaban un montón de abogados, por ejemplo, Óscar Tena, nominado por Josep María Orobitg, representante de Busquets y Sergi Roberto; uno de los letrados de Messi, Jorge Pecourt; varios abogados del Barça, como Berenguer Tomàs y Bernat Antràs e, incluso, el exfutbolista y presidente de la AFE, David Aganzo. Ahora siguen los tira y afloja de aquellos meses pues los futbolistas, especialmente los que tienen contratos blindados (bueno, todos lo son) no quieren que sus descuentos vayan a engordar la cuenta de Messi, quien habría aceptado reducirse su millonario sueldo a la mitad en un preacuerdo por cinco años.

La carta que el Barça entregó a los abogados de los futbolistas más afectados por el descuento no plantea, en ningún momento, una rebaja salarial. Como ninguna de las dos partes quiere llegar a los tribunales (donde, posiblemente, un juez daría la razón al club: alguien que ingresa 600 millones de euros al año no puede pagar contratos por 700), es evidente que lo que propone el Barça es una doble o triple fórmula: os pagamos ahora, cada año, el 60% de vuestro contrato, y el otro 40% de cada año os lo pagamos alargando vuestro contrato dos o tres años más, es decir, lo que se ha denominado pago diferido. Al parecer, esa fórmula ya fue la que surgió como propuesta o solución en las reuniones con la Gestora.

Pendientes de los responsables económicos

Busquets, que tiene contrato hasta el 2023, no vería con malos ojos esa fórmula, pues su intención es irse a jugar a Estados Unidos en el 2024; Piqué, que alargó su contrato hasta el 2024, ya le dio su visto bueno; Sergi Roberto, al que solo le queda un año más de contrato, no parece poner dificultades y más si le alargan su acuerdo uno o dos años más. Y el que parece que se resiste, tampoco mucho, es Alba, que concluye su contrato en el 2024.

Lo que no está claro en caso de que las dos partes se pongan de acuerdo es si los responsables de la mecánica económica y fiscal del Barça, o de LaLiga, o, incluso, del Ministerio de Hacienda y, también, los auditores que practican en estos momentos las cuatro ‘due diligences’ en el club, es aceptar que esos pagos son rentas de trabajo y no pagos diferenciados, pues algunos de esos jugadores podrían cobrar esas cantidades cuando ya no defendieran la camiseta del Barça. En definitiva, lo que un día, Javier Tebas, presidente de la patronal futbolística, definió como “contratos ficticios”: cobrar sin estar en activo en el club que te paga.

Dos abogados, más expertos laboralistas que en derecho deportivo, han señalado a 'El Periódico' que dada la situación económica del Barça, el mantenimiento de la pandemia, que aleja al público de los estadios y, sobre todo, las grandes limitaciones a la hora de alcanzar la cifra récord soñada de los 1.000 millones de euros de presupuesto (todo el mundo habla de ingresos nunca superiores a los 600 millones), los representantes y letrados de las ‘vacas sagradas’ no van a tener más remedio que aceptar la fórmula propuesta por el club, "a no ser que a ellos se les ocurra otra forma de cobrar el 40% restante de cada contrato, que no sea difiriendo esa cantidad alargando el contrato”.