Zamora se ha encontrado casi por sorpresa con la medalla que tan lejos veía antes del comienzo de los Juegos, un podio que llegó ayer a medio día en la final de la categoría de -49 kg. de taekwondo, de la mano de Adriana Cerezo Iglesias, una jovencísima taekwondoca cuyas raices maternas se hunden en la localidad de Fuentespreadas aunque ella resida en Alcalá de Henares con sus padres. Su abuela materna nació en la localidad zamorana aunque se casó ya en Madrid, pero su madre se ha mantenido vinculada al pueblo siempre y hasta celebró la fiesta de los quintos con los vecinos de su edad. Y fue su abuelo el que la animó a practicar taekwondo, tras probar en otras especialidades deportivas.

La sorpresa saltó ayer como saltan durante los Juegos Olímpicos las medallas en este tipo de deportes poco mediáticos como es el taekwondo, pero fue solo una sorpresa para los no iniciados en esta especialidad de las artes marciales. Era bien sabido que Adriana ha protagonizado una trayectoria espectacular proclamándose campeona de Europa en las dos categorías inferiores y hace solo unos meses alcanzaba el título absoluto. Pero quedaba la duda de que no había competido nunca en un Mundial, o lo que es lo mismo, no se había medido todavía con las temibles rivales asiáticas.

Pero pronto quedaron despejadas las dudas al comprobar la facilidad con la que Adriana se fue deshaciendo una por una de las rivales que le correspondieron ayer y conviene recordar que en la cita olímpica, no existen luchadoras de relleno; todas pasan exhaustivas crivas en los procesos clasificatorios. Los marcadores de las primeras rondas hablan de la distancia que existió entre la española y las rivales que le fueron correspondiendo. Hasta que llegó la espigada tailandesa Panipak Wongpattanakit, la actual número 1 del mundo y medalla de bronce en los Juegos de Río.

Adriana no perdió la sonrisa con la que había subido al tatami y saldó el primer asalto de la final olímpica a la que llegó con la medalla de plata asegurada, con sendas ventajas en el marcador para cerrar el parcial con un esperanzador 2-4. Pero la tailandesa sacó a relucir la clase que le ha llevado a ser la mejor del mundo y con una patada a la cabeza de la madrileña tomó la delantear con 8-6 para finalizar el segundo asaltao con 9-6.

Cualquier otra luchadora de solo 17 años se vendría abajo tras recibir un golpe tan duro para una luchadora que casi no recordaba cuándo había perdido su último combate y que tenía enfrente a la mismísima campeona del mundo, pero Adriana Cerezo volvió a concentrarse y tras dos acciones de depurada técnica dio la vuelta a la tortilla para dejar prácticamente asegurada la medalla de oro con 9-10 cuando faltaban escasos 37 segundos para el final del encuentro. Todo parecía sentenciado pero con 7 segundos en el marcador, Panipak Wongpattanakit le devolvió una patada al peto que establecía el definitivo 11-10 sin tiempo ya para reaccionar.

La hasta ahora considerada promesa española de este deporte, convertida ya en referente, reconoció la victoria de su rival entre lágrimas de frustración, pues su meta en Tokio era el oro.

La madrileña rozó lo más alto del podio a pesar de combatir sin el arrojo del público en las instalaciones deportivas prácticamente vacías preparadas expresamente en el centro de convenciones Makuhari Messe de Chiba, al este de la capital.

Cerezo aseguró la primera medalla para España tras vencer por 39-19 en semifinales a la turca Rukiye Yildirim, cuarta del mundo, en un enérgico combate en el que abrió el marcador con una patada en la cabeza y en el que presionó con golpes y patadas al cuerpo sin dejar que las penalizaciones mutuas la distrajeran.

Con tan sólo 17 años, la benjamina de la expedición española en Tokio se convirtió en la cuarta medallista olímpica española más joven en una categoría individual, tras las gimnastas Carolina Pascual y Patricia Moreno, y el boxeador Faustino Reyes.

En su camino a la final, la madrileña, siempre con una colorida cinta rosa fucsia en el pelo, su amuleto, sorprendió con su primera victoria ante la serbia Tijana Bogdanovic, subcampeona en Río 2016 y número dos del mundo, a la que derrotó por un holgado 12-4.

Tras ella se enfrentó a la que ha dicho considerar una de sus ídolos, la china Wu Jingyu, leyenda del taekwondo, con dos oros olímpicos (Pekín 2008 y Londres 2012) y tricampeona mundial, a la que derrotó de forma implacable en cuartos de final en dos asaltos por diferencia de puntos (33-2) con una sucesión de golpes certeros. Bogdanovic y Wu disputarían posteriormente la repesca, en la que la serbia se alzó con uno de los dos bronces que entregan en esta disciplina gracias a la repesca. El otro fue a parar a la israelí Avishag Semberg.

Cerezo, que irrumpió en la escena internacional el pasado mes de abril, cuando se proclamó campeona de Europa en Bulgaria, pudo participar en los Juegos de Tokio gracias al aplazamiento de un año decidido por el Comité Olímpico. Ahora abandona la capital japonesa como una gran figura del taekwondo internacional y con mucha carrera por delante para seguir sumando éxitos.