Han pasado veinte años desde aquel hito en la historia del deporte en Castilla y León y, por extensión, del zamorano. Martín Ramos había dado el gran paso en su carrera deportiva: ascender el Everest, la gran prueba de fuego para un montañero. “Era algo muy importante porque el Everest es la montaña que conoce todo el mundo”. La expedición Samuel Rubio lo había intentado sin éxito dos años antes, el grueso del grupo, ya con la incorporación de Martín Ramos, regresó en 2001, y “tuvimos la suerte de hacer cumbre”, recuerda todavía emocionado el alpinista zamorano. “Era el concepto de expedición antigua en la que todos fueron partícipes aunque tan sólo llegase uno a la cumbre. Todos queríamos subir y haber sido yo uno de los tres afortunados fue un gran orgullo”.

Esta hazaña deportiva tuvo una gran repercusión en Castilla y León, y Martín recogió diversos premios y reconocimientos en su tierra: “El Everest lo conoce todo el mundo, no tanto los otros ochomiles, y de ahí su repercusión. Hay un antes y un después”. Era su cuarta expedición en el Himalaya: comenzó con un intento en el Cho Oyu que no pudo completar, alcanzó su primer “ochomil” en el Shisha Pangma con Evaristo Álvarez y Juanjo Sardá, y en aquel 2001 también había estado en el Makalu aunque no pudo hacer cumbre.

Martín Ramos ha protagonizado 17 expediciones al Himalaya y Karakorum.

Martín Ramos entró en aquella expedición castellano leonesa al Everest como sustituto de Ángel Villán, que tuvo que renunciar por una lesión en un accidente de esquí un mes antes y así surgió la posibilidad de que el zamorano entrase en el equipo ya que su experiencia era una total garantía.

Pese a que no conocía demasiado al resto de los componentes de la expedición, la integración fue sencilla: “Yo conocía a algunos porque Isidoro había estado en Sanabria en alguna ruta de la Montañera Zamorana, a Tente Lagunilla y Angel Villán los había conocido años antes en la expedición a los Andes. Coincidimos en las mismas fechas y en el mismo avión en 1985 en aquella expedición al Huasqarán que promovieron la AMZ y Caja España. Fue una casualidad que coincidiéramos en aquella época los dos grupos de Zamora y Palencia y que fuéramos a la misma zona de los Andes”, recuerda Ramos, una persona que, por otra parte, posee un carácter muy abierto como para congeniar sin problemas en aquel grupo del Everest. “No era muy difícil porque la montaña nos gusta a todos los que íbamos, y más ésta que es una montaña increíble a la que vas a disfrutar”.

Una de las cuestiones sobre las que reflexionaron los montañeros castellano y leoneses en su reencuentro en los Picos de Europa hace unos días fue que habían vivido unos momentos que, hoy por hoy, son imposibles de repetir porque, como es bien sabido incluso para los poco aficionados a la montaña, la masificación del Everest ha arruinado el espíritu romántico y aventurero que tenía entonces el Himalaya. Aquella ascensión tuvo además su dificultad porque “tuvimos el privilegio de ser los primeros que abrimos huella aquel día desde la cima sur, hasta la cumbre. Estaba la incógnita de saber si llegaríamos o no y las condiciones que nos íbamos a encontrar en el tramo final, el estado de la nieve,… pero al final, pudimos conseguirlo. Tuvimos que tomar la decisión de tirar para arriba sin conocer lo que nos íbamos a encontrar. Afortunadamente, el día era muy bueno y no había problema en ese sentido”.

Tampoco el descenso fue sencillo porque Pedro Rodríguez, de Arenas de Sampedro, que hizo cumbre junto a Tente Lagunilla y a Martín, “perdió las gafas de ventisca que, a esas altitudes, son un elemento imprescindible porque corres el riesgo de quedarte sin visión. Le entró la ceguera de las nieves, y bajó ciego completamente, hubo que ayudarle y fue muy lento el descenso. La climatología fue buena, éramos un grupo grande, había más gente, los sherpas, y pudimos bajar todos bien hasta el campo 2 donde ya había más medios para atenderlo”.

La expedición Samuel Rubio hace 20 años y hace unos días.

Aquel Everest ya no era el mismo cuando Martín Ramos regresó dos años después con una expedición de los grupos de montaña de la Guardia Civil coincidiendo con el 50 aniversario de la primera ascensión de Hillary y Tenzing (1953). “Yo no era consciente de esta efeméride ni tampoco nos planteábamos todavía los problemas de la masificación que se agravan cuando buscas la ascensión sin oxígeno artificial. Era una fecha señalada y nos encontramos con muchísima gente intentándolo. Hay que tener en cuenta además que era el primer día en el que las condiciones meteorológicas permitieron atacar la cumbre. No se habían podido hacer otros intentos antes, y toda la gente estaba esperando esa ventana de buen tiempo. Al final, la arista noroeste es muy estrecha e íbamos muchas personas formando una fila. Casi todos llevan sus bombonas de oxígeno y, si tú no las llevas y no te dejan avanzar, lo pasas muy mal por el enorme frío. Y tuve que renunciar a hacer cumbre. Fue un poco decepcionante tener que darme la vuelta en el segundo escalón Hilary a 8.600 metros, a solo 200 metros de la cumbre. Aguanté hasta que pude y mi decisión fue darme la vuelta porque tenía mucho frío”.

Pese a la situación que vive actualmente la montaña más emblemática, Martín Ramos no renuncia a volver a intentarlo: “Es un reto ascender sin botellas pero claro que volvería, aunque cuando ves las imágenes con tanta gente intentándolo, pienso que sería un horror, pero claro que volvería si lo pienso algo más. Por mi experiencia, intentaría hacer algo diferente para no coincidir con tanta gente. Cuando planeamos Jorge Egocheaga y yo ir al Lotse y no pude finalmente, en 2015, me contó que ya era una cosa muy diferente, aunque creo que nosotros sabríamos aislarnos de todo el barullo del campo base. Esa gente necesita del grupo para subir porque no serían capaces de hacerlo de otra forma, pero después de todas las expediciones que he vivido, sabría cómo afrontarlo de otras formas y no tendría por qué coincidir con toda esa gente”.

Veinte años de un sueño

Martín Ramos nota que “por unos motivos o por otros” cada vez le resulta más difícil volver al Himalaya aunque mantiene la misma ilusión pese a los problemas que el covid ha creado este año: “Últimamente iba un año sí y otro no, tenía además planes para el 2020, para intentar dos ocho miles en compañía de Egocheaga, y llegó marzo del 2020 y se acabaron todos los planes y pasó lo que pasó. Hubo gente que siguió escalando, pero yo entiendo que era muy arriesgado. Entiendo que Carlos Soria tiene que darse prisa en completar los 14 ochomiles dada su edad y que siga intentándolo con covid o sin covid, pero yo pienso que es complicado ir en condiciones normales, como para que te surja cualquier problema debido a la pandemia. Yo tengo mi trabajo y sería problemático no poder reincorporarme en el plazo previsto. Sólo pensar que tendría que estar varios días en Katmandú metido en el hotel me parece durísimo, más luego la presión sicológica de la incertidumbre que tenemos todos”.

La situación es la que es todavía en España y en Nepal, pero Martín Ramos está preparado para regresar a los “ochomiles” en cuanto pueda aunque reconoce que “no es algo que me agobie tanto porque la vida son muchas más cosas. Me gustaría volver al Everest o repetir alguna cumbre, incluso acompañar a Carlos Soria al Dauglaghiri que le falta por coronar”, concluyó el alpinista zamorano.

La pasión que les une

Isidoro Rodríguez Cubillas

El 22 de mayo de 2021, el grupo que integró la expedición volvió a reunirse en el Valle de Valdeón, recordando sus innumerables aventuras y disfrutando de la pasión que les une: el mundo de la montaña. Los días 22 y 23 de mayo del presente año nos hemos reunido en el valle de Valdeón la mayor parte de los integrantes de las Expediciones Samuel Rubio de Castilla y León al Everest del otoño de 1999 y de la primavera de 2001.

Estas Expediciones tuvieron su origen precisamente aquí, en los Picos de Europa, cuando Jaime Rubio llegaba junto con Juan Carlos Martínez, el Pera, a la cumbre más elevada del macizo del Cornión, a la inigualable Torre Santa, su montaña más hermosa. Jaime Rubio, con sus increíbles dotes de gestión, su amor por las montañas, su humanidad y su desbordante entusiasmo, consiguió reunir los recursos necesarios para hacer realidad un sueño. El grupo tenía la calidad técnica necesaria y un dilatado historial acumulado después de una gran cantidad de Expediciones por la mayor parte de las montañas del mundo antes de dirigirse en 1999 al Everest.

Unas condiciones excepcionalmente adversas impidieron aquel otoño alcanzar el punto culminante al no poder pasar de las Bandas Amarillas, a unos 7.500 m de altitud, pero ser la única Expedición que operó en ese otoño en la vertiente nepalí del Everest, algo excepcional, nos hizo trabajar muy duro y nos permitió vivir una enriquecedora experiencia.

Dos años mas tarde, Martín, Pedro y Tente alcanzaron la cima del Everest: era el 22 de mayo del 2001, y para ello tuvieron que abrir la parte superior de la ruta desde la cumbre sur sin ningún tipo de ayuda, pues por allí no había pasado nadie en esa temporada. Fue un éxito rotundo que dejó en todo el grupo un recuerdo imposible de extinguirse con el paso de los años. Los que habían participado en la primera Expedición y no pudieron estar en la segunda por diversos motivos, fueron, junto con Jaime Rubio, los primeros a quienes dimos a conocer la noticia. Pero al apagarse los focos y las luces, ¿qué fue de los componentes del grupo expedicionario los años que siguieron al Everest?

Pues todos hemos continuado ascendiendo montañas, cosa que seguimos haciendo en la actualidad. Además de todas estas mas que notables actividades, uno de los grandes logros ha sido el de mantener los sólidos vínculos de amistad que son el santo y seña de este grupo, y que nos permite seguir actualmente en contacto como si no hubieran pasado los años, habiendo hecho juntos algunas actividades, y manteniendo vivo el recuerdo de Nandotti, Jaime o Miguel Ángel quienes siguen entre nosotros, aunque no se encuentren de forma física.