Liliana Fernández es conocida en el mundo del vóley playa como Lili. Ella y su compañera de fatigas, Elsa Vaquerizo, serán dos de las representantes españolas en los Juegos Olímpicos que Tokio acoge este verano, los mismos que el año pasado se tuvieron que suspender con motivo de la pandemia. “Fue un palo muy gordo”, reconoce Lili a este diario.

La deportista, que es embajadora de Iberdrola, será una de las invitadas de postín de las jornadas “Crecer en el deporte” que este diario organiza, de la mano con el diario Sport, este viernes. Las conferencias, con formato 100% online, se podrán seguir de forma gratuita en las web de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA y de Sport y en los perfiles de Facebook de ambos diarios. El evento, que se organiza con el impulso de Iberdrola, contará además con la presencia de María O´Mullony, jugadora del Balonmano Bera Bera y de la Selección Española. Dirigidas por la directora de LA OPINIÓN-EL CORREO, Marisol López, la jornada contará con una mesa redonda en la que participará Laura Gil, responsable de Patrocinio de Iberdrola, Carles Martín, Global Director de Barça Academy y de Julián Lafuente, director de Comunicación de la Fundación Trinidad Alfonso. Pero hoy es turno de Lili, que atiende a LA OPINIÓN-EL CORREO en esta entrevista previa.

- “Crecer en el deporte” o la importancia de fomentar la práctica deportiva entre los más pequeños. ¿Qué mensaje quiere lanzar en las jornadas del viernes?

-Quiero apuntar la necesidad de fomentar el deporte base en las edades más tempranas, en la adolescencia e incluso antes, y sobre todo en las niñas. A mí me gustaría transmitir que el deporte me ayudó como persona desde muy pequeña, desde que empecé a practicarlo. Me ayudó a organizarme a nivel de estudios, a aprovechar el tiempo del que disponía, a organizarme muy bien. Eso que yo siempre tenía algo que hacer, porque si no eran los estudios era el Conservatorio o el ballet. Pero me ayudaba mucho a organizar mi tiempo. Cuando estaba saturada con los estudios el deporte me ayudaba a despejarme para después retomar lo que estaba haciendo con más concentración. El deporte de equipo, en edades tempranas, ayuda mucho a los chavales a aprender unos valores que a veces no se aprenden en la escuela como compartir, el compromiso, el esfuerzo, el sacrificio. Algo que no se aprende en el día a día si no se practica algún deporte.

– ¿Cree que, con motivo de la pandemia, el fomento de la actividad física en los niños ha pasado a un segundo plano?

– El deporte activa muchos procesos biológicos que son muy importantes para la salud. El fomento de la actividad física debería ser tan importante como aprender matemáticas, inglés o cualquier otra materia, pero muchas veces no es así. Además, ya en la escuela, se enfoca el deporte a la competición cuando no debería ser así. Se aprieta demasiado a los niños para que sean los mejores cuando lo importante de esto es generar una rutina, un hábito saludable. No hay que enfocarlo todo al resultado. Hacer deporte es una forma de vida. Se centra todo en que los niños sean los mejores cuando lo importante a edades tempranas es que tengan cariño al deporte y que quieran practicarlo.

– Lo que, además, genera frustración en los chavales.

– Claro, es peligroso. A veces sin querer son los profesores, los entrenadores o los padres los que les comparan, los que diferencian a los que son mejores de los que son peores y a los que lo hacen mejor de los que lo hacen peor. Se crea una dinámica que no es buena y muchos chicos abandonan, lo cual tampoco es lo mejor. El deporte enseña compromiso. Si un niño se apunta a fútbol no hay que desanimarle si no es el mejor, hay que decirle que debe terminar el año, que se ha comprometido. Eso son valores. Es importante que estén en grupo, que aprendan unos de otros. Eso lo debe gestionar el profesor, o el entrenador, pero no comparando. Se puede decir “mira tu compañero, mira la manera en la que gestiona esta situación”, o “mira la paciencia que tiene”. Esto es lo bueno que tiene el deporte. Te muestra lo mejor de ti mismo pero te pone frente al espejo de lo peor. Y eso es bueno porque, si se canaliza bien, permite mejorar mucho. En el deporte y en todos los aspectos de la vida.

– Cambiando de asunto. ¿Cómo marcha el entrenamiento para los Juegos Olímpicos?

–Bien, bien. Ahora estamos entrenando a tope en Tenerife. La semana que viene volamos a Rusia para participar en el mundial a intentar dar el máximo y después, a pensar en los Juegos.

–¿Cómo fue el momento en el que os anuncian, el año pasado, que los Juegos de 2020 se suspenden?

–Al principio fue duro, aunque evidentemente era lo correcto por el tema de la pandemia. Pero si hablamos a nivel deportivo, habíamos hecho un gran esfuerzo para llegar hasta ahí. Conseguimos la plaza olímpica en septiembre de 2019 y decidimos no parar, hacer una buena pretemporada y empezar a tope en marzo de 2020. No pudimos, y es una pena porque veníamos con mucho ritmo y con una buena dinámica. Habíamos aprendido muchas cosas y teníamos ganas de mostrarlas en competición. Fue un parón importante, pero no partimos de cero. Corta el ritmo con el que queríamos llegar a los Juegos, pero eso le ha pasado a todo el mundo.

–¿Cómo fueron los entrenamientos durante el confinamiento?

–Mi marido me ayudó mucho. Los primeros días empezamos practicando en un pequeño terreno que tengo. Él cogió unas garrafas de agua y las llenó de hormigón para que tuviera unas pesas con las que entrenar. Cuando vimos que el confinamiento iba para más de dos semanas ya compré una red de voley por Internet y entrenamos en casa.