Octavio Magadán llegó al Balonmano Zamora con 19 años, y durante los quince siguientes disfrutó y fue uno de los motores indispensables para llevar al club a lo más alto de este deporte, a la Liga Asobal. En Zamora se acuñó un término que puede describir lo importante que era para el equipo, la “Octaviodependencia”, y ahora se le quiere devolver parte de todo lo que él ha ofrecido a un club que es su familia. La retirada le ha llegado antes de tiempo por una siempre inoportuna lesión, y la pandemia sanitaria ha pospuesto hasta hoy un más que merecido homenaje en el que se colgará camiseta del jugador y ya nadie volverá a defender el dorsal 9 pistacho. Será en el Ángel Nieto, poco antes del comienzo del encuentro de esta noche, donde Octavio volverá a ser protagonista, aunque sí es cierto que él siempre ha huido de los focos. No obstante, se muestra tremendamente agradecido a una afición que siempre le ha apoyado y a un equipo del que habla con cariño y en primera persona del plural, algo que demuestra lo involucrado que sigue estando emocionalmente.

–En julio anunció su retirada, y ahora llega un merecido homenaje ¿cómo lo recibe?

–Es un honor, y la verdad es que me sorprendió cuando lo anunció el club porque no me lo esperaba ni se me había pasado por la cabeza. Siempre digo que yo estoy más cómodo cuando paso desapercibido, pero lo llevo con alegría y mucho orgullo, aunque lo de estar en todo el foco no me gusta mucho.

–Ahora estará rememorando estos quince años en el Balonmano Zamora, vino con 19. ¿Esperaba ser tan importante cuando llegó al equipo?

–¡Qué va! Para nada. Yo había dejado el balonmano con 19 años, muy cansando. Es verdad que había pasado por la Selección de Castilla y León y había competido mucho, pero ya no disfrutaba. En ese momento recibí la llamada de Iñaki Gómez para venirme y acepté, pero no esperaba para nada todo lo que ha pasado, todo lo que hemos conseguido, y en ese sentido estoy muy orgulloso y muy contento.

–¿Cuáles han sido su mejor y peor momento en estos años?

–Los mejores siempre son ascensos. Si me puedo quedar con dos me quedo con el de Soria, de Primera Nacional a División de Plata. Fue un fin de semana mágico porque con los resultados que se dieron aquella tarde de sábado éramos equipo de División de Plata, y el domingo, que teníamos nuestro partido, no nos jugábamos nada y pudimos disfrutar un montón. Después, por supuesto, el momento de Santander, la victoria en Sinfín, que nos dio el ascenso directo a Asobal. Esos fueron los mejores. ¿El peor? Pues el primer descenso de Asobal aquí en casa con Granollers es mal recuerdo, pero sí recuerdo que la afición nos despidió con cinco minutos de aplausos aun habiendo descendido, y eso era una mezcla de alegría y tristeza. También lo pasé mal en la fase de ascenso de Irún que no pude jugarla porque estaba lesionado, en 2016. Me acuerdo de estar sentado con Miguel Camino, que también estaba lesionado. Ganamos la semifinal a Palma del Río, con un partidazo cuando nos daban por muertos por las bajas que teníamos, pero en la final con Irún no pudimos tenían un equipazo. Aunque fue una pena no participar y no lograr el ascenso, se mezcló también con el orgullo.

–Durante años se ha hablado de “Octaviodependencia”, ¿cómo lo ha vivido?, ¿ha tenido o sentido un exceso de responsabilidad?

–Es verdad que a veces sonaba esa palabra, pero no. Había, y hay, muy buenos jugadores en el equipo y nosotros, como siempre decía todo el mundo, éramos un equipo muy unido, muy consonado, no teníamos que pensar. Al final tantos años con el mismo grupo nos resultaba fácil jugar y hacíamos un balonmano muy bonito. Sí es verdad que quizá me ponía yo esa mochila y sentía cierta responsabilidad en algunos partidos, no sé si era real o no, pero ha habido momentos en los que sentía mucha presión.

–¿Cómo ha sido la relación con la afición?, ¿se ha sentido querido?

–Siempre. Desde que iniciamos en el Manuel Camba los primeros años en Segunda División cuando solo iban familiares. Los que llevamos aquí tantos años hemos ido viviendo la evolución, de pasar de 30 personas en las gradas a 60 el año siguiente, a 200, a 400, a 800 que ya no se cabía en el Camba y nos tuvimos que cambiar al Ángel Nieto. Siempre, siempre, siempre la afición ha estado con nosotros y yo solo tengo palabras de agradecimiento. Aún en los años duros, los años de Asobal, que fueron los más bonitos pero también los más duros porque la afición estaba acostumbrada a vernos ganar casi siempre y en aquel momento eran más derrotas que victorias, pues aún con eso ellos seguían apoyando. La realidad es que tenemos una afición de diez.

–El cariño es recíproco.

–Sí. Quiero decir que nunca digo nada en redes sociales, pero sí he leído desde que me retiré, y ahora otra vez con el tema del homenaje, muchos comentarios de cariño de la gente, y quiero agradecérselo. Decirles que los leo todos y me emocionan.

–La despedida le llega obliga por la lesión, ¿esperaba jugar muchos más años?

–Era mi idea. Por lo menos jugar hasta los 40 (tiene 35 años). Me sentía muy bien físicamente, estaba jugando bien y además con esta edad llega una situación en la que la experiencia de las diferentes situaciones jugadas y vividas te da para aportar más. Seguía disfrutando de todos los minutos. Seguro que con el paso de los años a lo mejor iba a jugar menos minutos, pero sí tenía ganas de seguir. Al final, en un mal gesto en una caída durante un entrenamiento después del partido de Zarautz, empieza todo. Médicos, resonancias… yo ver que no evoluciono hasta que llegamos a junio y después de pasar por muchos médicos decido ir al Centro Regional de Medicina Deportiva de Valladolid. Allí me ven, me exploran, ven las pruebas y me dicen que lo tengo que dejar porque me podía quedar cojo. A partir de ahí es cuando tomo la decisión y publico la noticia.

–¿Cómo vive ahora el balonmano?, ¿se enfada y sufre?

–Me enfado conmigo mismo y luego pienso “seré capullo...”. Lo sigo en directo cuando puedo, que es casi siempre, y sufriendo como un aficionado más. Sobre todo, en la primera fase de la liga en la que nos costó arrancar y además estábamos en el grupo más difícil como se ha visto con los resultados que se han ido dado. Luego, es verdad que en esta segunda fase ha sido más disfrute, todo victorias menos un empate y creo que tenemos la salvación en la mano. Ha sido un año complicado y difícil que se ha sacado adelante, y yo como un aficionado más, sufriendo. Con la pandemia y los aforos limitados creo que he ido un par de veces al pabellón, pero espero que para el año que viene estemos un poco más libres y ya pueda acudir fielmente a la cita del sábado.

–¿Se ve como entrenador o directivo del Balonmano Zamora?

–Hablamos en verano y estoy metido en la directiva para echarles una mano en lo que me piden con las redes, publicaciones, viajes… No he perdido el contacto con ninguno y sigo ligado al club un poco en la sombra. Les dije que a mí el cuerpo me pedía desconectar un poco del balonmano porque son muchos años a fuego, con mucha responsabilidad y quería desconectar un poco. No lo he hecho tanto como hubiera querido. Siempre estaré de alguna manera ligado, pero no sé de qué forma. Ahora mismo no me planteo lo de entrenar, pero esa puerta no me la cierro todavía.