Ganar a Alemania por 6-0 tiene un mérito espectacular. Bajo cualquier circunstancia. Ni se trataba de un amistoso ni España liquidó a un rival desganado o con suplentes, atenuantes que pudieran mitigar el reconocimiento de un resultado apabullante, como fue el 6-1 a Argentina de marzo del 2018, por citar otra goleada ante un rival de prestigio. Lograrlo con un fútbol rápido, vertiginoso, que desprende entusiasmo, no solo augura un presente fiable sino un futuro ilusionante. Varias son las claves que explican un resultado histórico.

El rejuvenecimiento y la competencia. Sergio Ramos (178 internacionalidades) y Sergio Busquets (121) son los únicos vestigios del pasado. Los únicos supervivientes que tienen un puesto más o menos fijo –si puede considerarse así– en los planes de Luis Enrique. Los dos cayeron lesionados, de diversa índole, sin que eso sea consecuencia de la edad. El resto del grupo descubre su presencia en la convocatoria en cada vídeo que hace el seleccionador cuando las anuncia. Solo Koke frisa los 50 partidos como certificado de una participación más o menos continuada.

La entrada del técnico –el regreso, en realidad, para iniciar su segunda etapa por la trágica interrupción de la primera– mantiene la idea del rejuvenecimiento con la sustitución de la generación bicampeona de Europa. Todos los jugadores, excepto Cucurella, llamado a última hora, han tenido minutos en los tres partidos de esta ventana de selecciones. Nadie tiene el puesto garantizado. Unai Simón se alzó con la titularidad en el último momento, y la necesidad de gol excita las mejores virtudes de Morata y Gerard Moreno por hacerse con el “nueve”. Reguilón, Gayá y Cucurella pelean por el lateral izquierdo, por citar otra demarcación sin dueño, igual que Pau Torres y Eric García pugnan por acompañar a Ramos en el eje de la defensa.

Un estilo ofensivo y directo. “Los jugadores salieron muy enchufados y cuando hay calidad y actitud pueden pasar estas cosas”, reconoció Luis Enrique al final del encuentro. Había implícita una orden de reacción al grupo tras los empates con Holanda y Suiza en los que el equipo mereció mejor suerte. Alemania pagó las consecuencias del mensaje del técnico y España se mostró directa y decidida en consonancia con el nervio que caracteriza a Luis Enrique.

“Tienen que volar”, suele decir de sus jugadores el entrenador, a quien le gusta el fútbol practicado con velocidad más que con parsimonia, aunque en la selección se encuentra con que tiene que combinar estilos muy distintos por lo heterogéneas que son sus convocatorias. Luis Enrique supo evolucionar el estilo del Barça durante tres años y con España dispone de menos tiempo, pero tiene claro que el equipo debe llevar la iniciativa del juego. Porque él lo quiere y porque dispone de jugadores para poder mandar.

Agresividad en la presión. España tiene insertado el gen del fútbol ofensivo desde hace muchos años y eso demanda, básicamente, poseer la pelota para llevar la iniciativa. Sentada esa premisa, se convierte en necesaria la recuperación inmediata del balón cuando se pierde. Cuanto antes, mejor. Y cuanto antes significa hacerlo en el campo del rival, si pretende salir jugando desde atrás, o con la severidad en los marcajes y en el uno contra uno. Alemania se vio ahogada como nunca con la presión adelantada de España –no basta con que sea adelantada, sino que ha de ser también coordinada– y a los defensas les resultó más sencilla la recuperación del cuero.

Como Luis Enrique ha estimulado la competitividad, los internacionales muestran una voracidad que redunda en la efectividad de esa presión. Nadie se siente titular y los minutos concedidos en cada partido son muy valiosos. Han de exprimirse para volver a la siguiente convocatoria. La clasificación para la final four de la Liga de Naciones y la participación en la Eurocopa y el Mundial (2022) ejercen una motivación inigualable.

La evolución de la nueva generación. Once de los 26 integrantes de la última convocatoria juegan en el extranjero. En Inglaterra, Italia y Alemania. Es decir, en los mejores campeonatos europeos. La exportación no solo significa que fuera se pagan mayores sueldos, que es así, que se ofrecen fichas hoy por hoy inigualables salvo excepciones en España, sino que es una demostración de la calidad que atesoran los futbolistas.

Unos siguieron un camino más largo y tortuoso: Dani Olmo buscó refugio en el Dinamo de Zagreb (Croacia) cuando era juvenil pero ahora está en la Bundesliga (Leipzig) y Adama Traoré ha pasado por el Aston Villa, el Middlesbrough y Wolverhampton antes de llamar la atención. Otro son estrellas desde cadetes (Eric García fue fichado por el Manchester City a los 16 años y Héctor Bellerín se marchó a la misma edad al Arsenal) y algunos han sido fichados a precio de estrellas, como son los casos de Morata (Juventus), Rodri (City) o De Gea (United). Es una estrella Ferran Torres, el autor del triplete, pagado a precio de ganga por el City de Guardiola el pasado verano: 25 millones más 12 en variables.

Jugar fuera de España acelera el proceso de evolución personal en un hábitat completamente distinto y el de maduración profesional con el aprendizaje de nuevas formas de jugar, otras ideas y tradiciones distintas que, a fin de cuentas, enriquecen. Al individuo y al colectivo. El Manchester City es el club que ha aportado más jugadores (Eric García, Rodrigo y Torres) a esta convocatoria.

El interés por la estrategia. Se ha acabado el dominio de jugadores del Barça y el Madrid en las convocatorias. Luis Enrique ha universalizado a la selección, en el que encuentran acomodo futbolistas de la Real Sociedad (Merino y Oyarzabal), el Villarreal (Pau Torres y Gerard Moreno), el Betis (Canales) y hasta el Getafe (Cucurella). El seguimiento del cuerpo técnico es amplio y exhaustivo. Es cuestión de interés y de tecnología.

Con interés y tecnología se preparan también las jugadas de estrategia, cada vez más influyentes, cada vez más decisivas, aunque el 6-0 sobre una Alemania descompuesta y desarbolada invite a desmentirlo. Y no es así. El primer gol llegó de un lanzamiento de córner al segundo palo, donde Morata remató solo. Y el 3-0 fue desde el córner del otro lado, abierto, cabeceado a media altura por Rodrigo. El balón parado solo falló ante Suiza, con los dos penaltis desperdiciados por Ramos.