Sergio Ramos. | Reuters

El gran clásico del fútbol español, el Barcelona-Real Madrid, será por una vez el clásico del silencio. A causa de la pandemia se jugará sin público, sin la presión del escenario y con el balón y el sonido ambiente como protagonistas absolutos. Llega peor el Real Madrid, que ha perdido los dos últimos partidos y frente a rivales menores (Cádiz y Shakhtar Donetsk; mientras que el Barça se rehizo de su primera derrota liguera (1-0 en Getafe), con una balsámica goleada europea (5-1 frente al Ferencvaros). Se estrenará Koeman en el banquillo azulgrana en un clásico que podría serel último de Messi en casa. No ha marcado en los últimos cinco duelos ante el Real Madrid. Hoy disputará su clásico 44 y encadena dos años, cinco meses y dieciocho días sin marcarle un gol al Real Madrid, una de sus víctimas favoritas. El argentino es el jugador que más tantos ha anotado en la historia de los clásicos (26), pero el último gol del delantero rosarino al Real Madrid se remonta al 6 de mayo de 2018, en el partido de la 36ª jornada (2-2).

Para el Real Madrid el clásico aparece como un punto de inflexión. El escenario perfecto para levantar el vuelo y enterrar las dudas que afloran sobre el proyecto e incluso sobre la figura de Zinedine, tras dos derrotas consecutivas de local ante equipos de inferior categoría. La imagen de debilidad dejada ante el Cádiz en Liga y Shakhtar en el estreno en Liga de Campeones, han instalado la preocupación en la casa blanca. Ramos, el rey del clásico, está recuperado a tiempo de su rodilla izquierda para disputar el número 45, uno más que Messi. A su imagen de garra apela el madridismo para la reacción tras un desplome inesperado. Desaparecida la seguridad defensiva que le impulsó a la conquista de la Liga tras el confinamiento, el equipo blanco se ha vuelto vulnerable.